Alberto Peláez se reinventa y nos presenta a su familia

A partir de ese momento, se volvieron inseparables. Las llamadas matutinas desde España, los cafés en México y finalmente... el vuelo a Madrid que cambiaría el rumbo de su historia para siempre. Mónica aterrizó en la capital española para visitar a Alberto, aunque no era consciente de que dejaría todo atrás para quedarse por tiempo indefinido con su ahora esposo. Tres semanas bastaron para que la pareja se comprometiera y es ahí donde inicia un nuevo capítulo en la vida del periodista que podría titularse: Los Peláez Arredondo.

Con dos hijos, Constanza de 24 y Joaquín de 22, su vida familiar tomó un nuevo significado. La ausencia por parte del periodista a causa de su trabajo como corresponsal de guerra, en zonas de conflicto y fuera de casa por cinco, seis o siete meses puso a prueba la fortaleza, la resiliencia y el apoyo incondicional por parte de sus seres queridos. Como todas las familias, los Peláez se han enfrentado a momentos complicados pero juntos han encontrado la forma de apoyar al periodista sobre todas las cosas. “Mi familia ha sido mi gran sostén y antes mi madre. Cubrí muchas guerras siendo soltero y un jovencito y mi madre tuvo un acto de mucha generosidad también porque tuvo que aguantar varias cosas”, nos platica Alberto Peláez.

Son muchas los encuentros, las lecciones y vivencias a las que Alberto se ha enfrentado a lo largo de su vida, aunque vale la pena profundizar en una de ellas. Después de haber cubierto varios conflictos bélicos, la vida lo llevó hasta la guerra de Irak en 2003. Todos sus compañeros se habían marchado, se encontraban él y su cámara contra el mundo.

La carga emocional era intensa ya que esta cobertura había sido especialmente desgastante para el periodista; se sentía cansado y anhelaba irse a casa. Todos estos sentimientos de tristeza y desesperación lo llevaron a tomar un teléfono satelital, llamar a Mónica y decirle “Ya no puedo más, me voy”, a lo que su esposa respondió “Tú te quedas porque para eso has ido”, lo que el periodista describe como “un acto de mucha valentía y generosidad”.

Pero Alberto tiene varias facetas, se percibe como una persona histriónica, le encanta el mundo artístico y desde temprana edad leía los textos literarios y periodísticos que su padre, Joaquín Peláez, le invitó a descubrir. Ahora todo esto se ve reflejado en su profesión, ya que además de convertirse en un destacado periodista fue actor de doblaje durante 10 años. Al igual que sus padres, Joaquín y Constanza traen la vena artística, aunque no precisamente desarrollada hacia el periodismo, ellos encuentran la plenitud en la actuación. “Siento que es vivir diferentes vidas. Cuando uno está triste, feliz, enojado, mucho se puede sacar en el teatro o en una grabación, entonces, también es muy terapéutico”, cuenta Constanza.

A pesar de los desafíos y obstáculos que enfrentaron en su camino, la familia Peláez siempre ha encontrado la manera de perseverar y reinventarse. Desde la adaptación a una nueva vida en México hasta la búsqueda constante de nuevos horizontes profesionales. Su historia es un testimonio de amor y resiliencia. La vida es cíclica, cuando se cierra una puerta se abre otra. Después de cubrir 20 guerras y dedicar 40 años al servicio de la información, Alberto explora nuevas formas de ejercer su más grande pasión: la comunicación.

Ahora con todo lo aprendido a lo largo de su carrera, se dedica a dar pláticas motivacionales, tiene un programa en Grupo Radiorama e inició un proyecto titulado En la cama con Alberto Peláez. Está en plena reinvención. “La vida es un constante aprendizaje desde que naces hasta que mueres, creo que es muy importante salir de tu zona de confort, además reinventarse tiene una parte muy positiva”, dice.

A lo largo de sus 27 años de matrimonio, Alberto y Mónica han sido el claro testimonio de que el amor, la familia y el compromiso trascienden las fronteras geográficas y los desafíos profesionales. Su historia es un recordatorio de la importancia de la paciencia, la resiliencia y la negociación en la construcción de un matrimonio duradero. A través de su viaje, han sido capaces de encontrar la belleza en la imperfección, la fuerza en la adversidad y, por supuesto, la alegría en los momentos compartidos.