Baby'O Parte 1: Los grandes inicios
Estos artículos seriados sobre la historia del Baby’O se publicaron originalmente en las ediciones 255, 256 y 257 de la revista Quién.
El Baby'O fue la escuela en la que Luis Miguel maduró desde niño los placeres de la noche. Sentado en una mesa de la discoteca de La Costera, al gaditano Luisito Rey, su padre, le gustaba hacia 1982 que lo atendiera José Luis Tellechea El Puma, mesero que le profesaba admiración desde su gran éxito, "Frente a una copa de vino".
"Un día -recuerda El Puma-, Luisito me dijo: ‘Mi hijo canta'". El mesero no prestó demasiada atención a la confidencia, hasta que unas semanas después, viendo en casa Siempre en domingo, presenció el debut del primogénito de su cliente, que cantó "1+1=2 enamorados". "A los dos meses trajo al chavito a la disco -dice El Puma-. Luis Miguel estaba chiquito y nos tomamos una foto. Era serio pero bailaba mucho".
El éxito estruendoso de El Sol ofuscó a su padre, que no sabía cómo protegerlo. "Yo era muy amigo de su papá -dice Carlos Pietrasanta Gardel, director general del Baby'O-. Traía encobijado a Luis Miguel para que no lo vieran. Yo le decía: ‘¿Por qué le haces eso a tu hijo?'"
Pese a que desde su segundo LP, Directo al corazón, Luis Miguel empezaba a ser una figura pública, aún hacía una vida normal. Raymundo Sandoval Ray, valet del Baby'O, le recibía su Jeep blanco: "Venía siempre solo y al salir me decía, ‘¿Qué onda, vamos a desayunar?'" Luis y Ray, nueve años mayor, iban al 100% Natural, donde el chico de ojos verdes pedía una gringa y un jugo de zanahoria. Después iban al mar para abordar su yate o subían a su casa en Las Brisas. "Llegaba y ponía a José José", agrega Raymundo. Atento y en silencio, Luis escuchaba: "No dejabas de mirar, estabas sola / Completamente bella y sensual / Algo me arrastró hacia ti como una ola". "Se emocionaba mucho con ‘Gavilán o paloma' -cuenta Ray- y por alguna razón nunca hablaba de su trabajo".
A inicios de los años 90 el cantante se mantenía leal al Baby'O, aunque algo incómodo por lo que ya despertaba. "Buenas noches, don Beto, ¿cómo está?", le decía Luis Miguel -con un decoro impropio de su fama- al jefe de bartenders, Alberto Pascual: "Venía a la barra de incógnito, con lentes oscuros". Luego platicaba con el gerente Juan Carlos Legarreta, bailaba, bebía champagne Cristal. "Y nadie lo molestaba", precisa el bartender.
Legarreta, tres años mayor que Micky, se ganó su confianza con un juramento: jamás preguntarle sobre la farándula. "Conocí a un chavo necesitado de una amistad y no de mugres", dice Legarreta. Bajo la luz del sol, la fiesta que había arrancado en el Baby seguía. Con sus amigos, Legarreta y Héctor Rodríguez -dueño de Disco Beach-, Luismi subía hasta la laguna de Coyuca. Tomaban mezcal y comían pescado con doña Pola, jugaban futbol. "Nos emborrachábamos -dice el ex gerente del Baby-, recordábamos ligues y esquiábamos".
En los años recientes, entrada la media noche, Luis Miguel se refugia en la mesa de su amigo Gardel -director del Baby'O-, junto a una salida alterna, la que usa para eludir a los fans. A ese rincón cercado por guaruras ha llevado raudales de chicas fantásticas.
"Es exagerada la protección porque yo lo protejo, pero es que se siente atacado - justifica Gardel-: ¿Con quién vino? ¿Anda con ella? ¿Reconoció a su hija? ¿Son sus hermanos? Sólo quiere pasarla bien, como cualquier humano". "Es el artista que no se divierte -añade el bartender-. Son tantos escoltas que ni la pista alcanza a ver".
"Cuando viene es un conflicto -admite el gerente Miguel Díaz-. Por los tumultos se hace una barrera de seguridad".
En sus últimas visitas, la única motivación visible ha sido ver a Gardel, a quien invitó a cenar con su ex pareja, Aracely Arámbula, y la familia de ella.
Por Gardel, su anfitrión desde la adolescencia, Luis Miguel está dispuesto a volverse él mismo anfitrión. En su residencia del puerto lo invitó a pasar a una mesa para 12 personas. "Muy chistoso, él dice dónde se sienta cada quien -narra Gardel-. Todo lo hace perfecto, es un señor en toda la palabra". Durante la cena, observó que antes de cada tiempo un mesero pasaba al cantante un vasito con vino. "Lo probaba discreto, como para que nadie lo viera, y decía así (pulgar arriba) o así (abajo). Te saca los vinos, te hace sentir grande en su casa. Hemos sido amigos toda la vida".
Hasta hace dos años, Luis Miguel seguía yendo al Baby, donde se conduce como una efigie, sagrada e inmóvil. "Está aburrido del ruido a su alrededor -considera El Puma-. Viene por inercia: antes bailaba, gritaba, platicábamos. Ahora lo cubren sus guardias".
NADIE SALE HASTA LAS 6 AM
En la primera noche del Baby, el martes 28 de diciembre de 1976, hubo casimir inglés, camisas de seda, trajes, piedras preciosas y, asombroso, chicas con abrigos como si el invierno acapulqueño fuera el de Nueva York. ¿Cuál fue el primer tema que se escuchó? Dicen los memoriosos que "Jungle Boogie", de la banda negra Kool and the Gang. La gente se sacudió delante de una marquesina hecha de caguamas cortadas que contenían focos. "El ambiente fue la locura -recuerda El Puma-: hubo glamour, alegría, todos bailaron. Se llenó de modelos internacionales y vino el diseñador Roy Halston".
Pero al paso de las semanas, Eduardo Césarman y Rafael Villafañe, jóvenes dueños del Baby, empezaron a sufrir por la poca afluencia. "Cuando iba alguien, eran nuestros amigos de 18 años con dos pesos en la bolsa -dice Césarman-. No podíamos pagar las nóminas". Rafael se las rebuscó como promotor: jalaba gente en las playas, en las albercas de los hoteles, en las playas.
El trance de la pista y las mesas vacías acabó en febrero del 77 con un Acapulco lleno de extranjeros. "Un día dijimos: `Vamos a hacer un reventón puro, a emborracharlos, a mojarlos en el jacuzzi' -explica Césarman-. Cerramos puertas y advertimos: ‘Nadie sale hasta las 6 de la mañana'. Abríamos botellas de champaña y mojábamos a todo mundo. Así empezó la locura del Baby'O". Para el día en que los afroamericanos de Tavares -protagonistas del soundtrack de Saturday Night Fever - llevaron la pulpa del soul al Baby, la disco era delirio y placer, meca de los sentidos en México. "Desde entonces Baby se volvió un lugar mágico", dice Césarman. Pasó poco para que el Baby'O fuera un imperio de mujeres hermosas, un catálogo multirracial de bellezas de Montreal, Toronto, Filadelfia, Nueva York, Los Ángeles, Washington. Y si ellas no bastaban, los dueños del antro añadieron un poderoso imán: contrataron meseros nice, chilangos galanes que hablaban inglés fluido y deambulaban entre las mesas, hábiles para alentar el desmadre y, por tanto, el consumo. Con sus elegantes delantales, Pato Domínguez, Jorge Falcón, Carlos Álvarez, Tito Rule, Fernando Lebrija y otros ejercían el oficio de platicar, seducir, abrazar, besar y, claro, invitar a las mujeres a beber Conmemorativo y Bacardí, bebidas reinas hace dos décadas. Con sobrepoblación de guapas atraídas por gigolós latinos, automáticamente acudían hombres en masa. Ergo, más dinero. "La función de esos chavos era andar de picaflores", explica El Puma.
"La temporada de invierno era divina -recuerda el entonces gerente Jesús Mondragón El Mamey-: había chavas de todas partes, pero las California girls eran una cosa..."La lujuria del dinero mojado de alcohol y sexo complicaba el autocontrol. "Las gringas se enamoraban de nosotros -añade El Mamey-. En el Baby crecías rápido".
En los primeros meses del antro los clientes eran casi todos amigos, que podían creer que si un amigo te atiende es de mal gusto dar propina. Pero con esas propinas los empleados vivían. Por eso, un día Gardel se acercó al mesero Shazam Mondragón: "No conozco esto, pero haz lo siguiente: cuando lleves la cuenta pon cara de preocupado". "Entonces -dice Gardel-, a la hora en que pagaban me decían mis amigos: ‘¿Qué tiene tu mesero?'". Y Gardel contestaba: "Le duele mucho la cabeza, el pobre tiene broncas de lana". Volvió a sus meseros actores que con gestos o mínimas historias personales conmovían a la clientela. "Trabajábamos con falsedades pero no con dolo -dice el director general-. Eso era teatro, ¡qué Robert de Niro ni que nada!" ¿Los resultados? "Un dineral de propinas sin robarle a nadie - añade Gardel - . La repartición de dinero era impresionante".
MIL DÓLARES DE PROPINA
La crème de la política, el deporte, los negocios y la televisión nacionales se habían enraizado al Baby al arrancar los 80. Y el mexicano, ostentoso por naturaleza, gozaba despilfarrando.
Ray Sandoval, el valet, se habituó a acomodar en el estacionamiento contiguo de la CFE los BMW, Ferrari Testarossa, Lamborghini, Jaguar, en los que arribaban los nuevos huéspedes: el secretario de Pesca y jerarca del PRI Pedro Ojeda Paullada, el empresario Olegario Vázquez Raña, los Rigoletti, los Helfon, el director de la Comisión Federal de Electricidad Alfredo Elías Ayub, Mario Moya Palencia, el banquero Alfredo Harp, Viviana y Enrique Corcuera, Alfredo Name, los Espinosa Yglesias, los Sánchez Navarro, los descendientes de Gustavo Díaz Ordaz y un personaje inolvidable, el ganadero Roberto Trouyet, inválido y con embolia, con un pecho grueso, rengo (no usaba zapatos), pero eso sí, siempre rodeado de mujeres fantásticas y, cuentan, con sangre fría para "comprar", literalmente, esposas de personajes de la época.
Aunque cientos de esa casta ya lo poblaban, el Baby debía graduarse al cautivar al Tigre Emilio Azcárraga , el más poderoso, y con una personalidad y presencia arrolladoras, arquetipo de su cliente clásico.
Hacia 1987, Azcárraga entró con dos parejas, se sentó y pidió una botella de Cristal. "Se paró y me dijo -recuerda El Mamey-: ‘Que ningún hijo de su pinche madre me invite mi cuenta. Por favor, no me hagan emputar'". "Sí, señor, está bien", acató el gerente.
A las 3 am, después de bailar, le hizo de lejos al Mamey la señal de la cuenta. Pero el gesto también lo vio el capitán César Mercader, quien fue a decirle a Villafañe, dueño del Baby, "No le vayas a cobrar al Tigre". En seguida, Mercader se acercó al dueño de Televisa: "Ya está pagado,señor". El Tigre se levantó rabioso buscando al Mamey. "¿Qué te dije?" - le reclamó a gritos- Mira lo que está diciendo este pendejo".
"Pero yo ya venía volando con la cuenta", recuerda Mamey, que en ese momento le dijo al empresario: "Aquí está. Como quedamos, ¿no?"
"Ya sólo me volteé hacia César y le dije: `Hijo de tu pinche madre´", recuerda el entonces gerente.
Esa noche Azcárraga les dejó mil dólares de propina.
BABY'O PARTE 2: LOS SECRETOS DEL ANTRO CON MÁS HISTORIA EN MÉXICO