La dinastía Ortiz Chapa
El nombre Martha significa `reina del hogar´ y según el calendario onomástico las mujeres que lo llevan suelen ser temperamentales, enigmáticas y posen un gran sentido del deber. Esta descripción se apega perfectamente a las personalidades de dos mujeres que son iconos en la cultura mexicana, se trata de la pintora Martha Chapa y su hija, la chef Martha Ortiz Chapa.
La historia de su nombre es muy curiosa, la famosa artista plástica nos cuenta que su padre tuvo una novia que se llamaba así y le agradaba mucho, así que cuando nació decidió ponerle dicho seudónimo y luego ella lo heredó a su primogénita.
El mejor espejo.
Retomando el nombre del famoso óleo de Frida Kahlo (`Las dos Fridas´, 1939), podríamos titular la historia de este matriarcado como `Las dos Marthas´. Ambas son muy parecidas físicamente: bellas, elegantes y con buen porte, incluso tienen el mismo timbre de voz, grave y vibrante.
Al contarnos sus secretos una interrumpe a la otra, para entrar en detalles, aclarar la anécdota o agregar su punto de vista, son como dos amigas.
¡La dualidad! Dicen que tienen varias cosas afines a su personalidad como su pasión por el arte y la gastronomía, la honestidad, la entrega por sus profesiones, el amor por las raíces mexicanas y el apetito por ser buenos seres humanos, pero también tienen marcadas diferencias.
Nos comenta Martha mamá, que la chef es muy temperamental, expresiva, fuerte y firme; mientras que ella es más serena y tranquila.
"Mi madre es una mujer de época, inteligente, capaz, es una mujer-mujer", menciona Ortiz Chapa, quien orgullosa agrega que todas estas características le fueron heredadas.
Cuando le preguntamos a la chef qué admira de su madre, voltea a verla de reojo y declara: "Admiro muchas cosas de ella, su lucha cotidiana, su pasión y entrega por la vida y su manera de `pintar´ todo del color de la feminidad".
Entonces, la artista plástica interrumpe y nos dice que ella se siente orgullosa de su hija por su manera de ser, por su entrega profesional y social.
De mujer a mujer.
La pintora nos cuenta que su pequeña Martha era muy inquieta, platicadora y curiosa de niña, siempre quería llegar al fondo de las cosas. "Me ponía en predicamentos y traté de saciar esa inquietud en medida de lo imposible. Tenía buenas puntadas, pero de repente se le pasaba la mano..."
Entonces, la chef toma la palabra: "Mi hermano nació rubio y la gente se preguntaba de dónde había salido porque mi padre era apiñonado, así que yo decía que nos habíamos ido a Disneylandia y mi mamá había tenido un hijo con uno de esos güeros que vivían allá, en las comidas todos tosían con mi declaración", recuerda entre risas.
Mientras su mamá nos dice apenada, como si estuviera volviendo a vivir el momento: "¿Te puedes imaginar? Lo dijo en Cuernavaca en una cena inmensa en casa de unos amigos y todos nos voltearon a ver a mí y al papá. Luego tuve que contar de dónde provenía, que tengo raíces italianas..., me moría de la pena y Martha encantada de la vida".
Para este punto de la entrevista, nos queda claro que ambas Marthas tienen una relación envidiable de madre-hija y ellas lo reiteran: "Nos llevamos muy bien, nos admiramos mutuamente, una aprende de la otra, eso sí, nos vemos menos de lo que quisiéramos por nuestros trabajos, pero cuando pasamos tiempo juntas nos divertimos mucho", dice la chef.
Dos corazones latiendo por una misma pasión.
Uno de los momentos que más disfrutan juntas es cuando están en la cocina y entonces la chef recuerda que su amor por la gastronomía la heredó de su madre, pues es una excelente cocinera y además desde pequeña la hizo meterse a la cocina a `marchas forzadas´.
"Nos ponía a hacer trabajos forzados a mi hermana Laurita y a mí, teníamos que cortar del matorral la hierba santa, lavar muchas verduras y picar la cebolla de toda la semana. Al principio, la verdad sí alucinaba hacer todo eso, pero le fui agarrando el gusto. Después de ayudar a preparar el riquísimo mole para las cenas de mis padres me arreglaba, pero me regresaban a mi cuarto", dice la chef.
Pero su mamá le quita la palabra asegurando que esto no era cierto, mientras ella se ataca de la risa de compartir estas historias.
La pintora nos cuenta que en esas cenas llegaban grandes artistas, como Rufino Tamayo, y hasta el presidente de México de ese tiempo. Por ello se siente contenta de haberle ofrecido, tanto a Martha como a sus otros dos hijos (Federico y Laura) este panorama social, político y cultural tan amplio.
Martha Ortiz nos dice que de pequeña fue a clases de pintura, pero que es muy mala para eso, aunque su madre la contradice asegurando que dibuja muy bien. Aún así, ella prefiere dedicar su vida únicamente a la gastronomía. Mientras que la pintora se describe como una pintora que cocina y una cocinera que escribe.
¿El secreto familiar? "Con mi hija sólo he repetido lo que me enseñaron mis padres, a honrar a mi familia. Cada noche mi padre me dejaba una bolsa de manzanas sobre mi buró, que compraba en la frutería `La Victoria´, por eso con mi trabajo (pintura) y en mi vida enaltezco mi origen", nos comparte Martha Chapa.
Además de la distinción y el talento, la dinastía Ortiz Chapa se caracteriza por su solidaridad, generosidad, compromiso social y pasión por la vida, acuerdan las dos Marthas.
Maquillaje por: Karina Juárez para Clinique
www.clinique.com.mx