Ha pasado el tiempo, 26 años para ser exactos, desde aquella noche del 31 de agosto de 1997, en París, en la que la princesa Diana de Gales murió tras un trágico accidente automovilístico.
Revisitado una y otra vez por el mundo entero, desde fanáticos de la realeza hasta los conspiracionistas más aguerridos, da la impresión de que la mítica Lady Di, recordada por ser la royal que cambió las reglas del juego, sigue rondando hasta el día de hoy.
No es casualidad que su “fantasma” siga haciéndose presente y siendo hipnotizante: en historias que siguen atrayendo a miles, pero también en cada paso que dan sus hijos, William y Harry, cada uno a su modo.
Irónicamente, pues en su momento fue una de las piezas “complicadas” para la Corona, tal vez sean Diana y su legado –emocional, abierto, personal– los que hayan impulsado una revitalización indispensable para que la monarquía encuentre cabida en la actualidad.
Si algo había caracterizado a los royals británicos hasta la llegada de la princesa Diana, había sido su relativa frialdad en los compromisos públicos. No había mucho más allá de una sonrisa o el clásico royal wave. Sin embargo, el contacto cercano y cálido de Lady Di con la gente le dio un giro de humanidad a una institución que solía marcar distancia.
Diana marcó una línea muy clara cuando de sus hijos se trataba. Eran, ante todo, suyos. Eso implicó no sólo hacerlos su prioridad y criarlos ella misma –algo inusual en la realeza entonces–, sino asegurarse de que vivieran una infancia normal y feliz, fuera de la distorsionada burbuja del Palacio. Hoy, William y Kate repiten la fórmula con George, Charlotte y Louis, y lo mismo ocurre con Archie y Lilibet, hijos de Harry y Meghan Markle.
Diana rompió todas las reglas que pudo y eso incluyó las de la moda royal. Experimentó con estilos, cortes y colores. Levantó cejas cuando usó vestidos strapless y arriba de la rodilla. Asimismo, llevó el color negro –limitado por protocolo a ocasiones de luto– cada vez que quiso. Salía a correr en bikers y sudaderas. El estilo de Diana marcó los años noventa y sigue siendo fuente de inspiración.
La entrevista que la princesa Diana dio a la BBC en 1995, en la que soltó aquella frase lapidaria: “Éramos tres en mi matrimonio. Éramos demasiados” fue el sello inolvidable de una princesa que no pensaba guardar silencio, sin importar a quién incomodaba. Y aquélla no fue la primera vez que lo hacía. En 1985, en otra entrevista, habló de la familia y el matrimonio junto a su entonces esposo, un tímido príncipe Carlos. El que tomó nota de esta actitud fue el príncipe Harry, quien más de una vez levantó la voz ante las cámaras, pero sobre todo puso a temblar a la Familia Real al publicar su libro de memorias Spare: En la sombra.
La princesa Diana será recordada por muchas razones, pero especialmente por su interés en causas que en su momento fueron tabú. Dio voz, visibilizó y se acercó –sin agenda y de forma muy personal– a pacientes con vih-sida y lepra, y no ocultó su propia batalla contra la bulimia. Hoy, los príncipes William y Kate buscan seguir su ejemplo, preocupándose por temas que solían recibir menor atención, como las enfermedades mentales.
La muerte de la princesa Diana en el puente del Alma en París el 31 de agosto de 1997 marcó un antes y un después en la relación de los paparazzi y la Familia Real británica. Aunque, en realidad, Lady Di fue asediada por la prensa desde el día uno de su relación con el entonces príncipe Carlos. Esto convirtió a William y Harry en protectores incansables de su privacidad, especialmente la de sus familias, y por ello tienen una política de tolerancia cero con la prensa sensacionalista. Por esta razón, Harry tomó acciones legales contra los medios que a su parecer violaron este acuerdo no escrito.
