La reina pasa los veranos en Balmoral, su propiedad favorita. (Andrew Milligan/WPA Pool/Shutter)
Ana Dávila Cook
De todos los palacios y castillos de la reina Isabel II, hay uno que la monarca disfruta especialmente: se trata del Balmoral, en los Highlands escoceses. Es ahí donde, sin falta, se escapa cada verano a respirar el aire fresco de la montaña y hacer actividades con su familia: desde picnics, cacería y caminatas hasta pasar las tardes jugando juegos de mesa.
También son famosos los asados que el príncipe Carlos, vestido de tartán, hace para todos. "Creo que mi abuela es realmente feliz ahí. Creo que realmente ama los Highlands", dijo la princesa Eugenia, nieta de su majestad británica —que ama manejar por las más de 20 mil hectáreas de Balmoral en su Land Rover—, en el documental Our Queen at Ninety.
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Pero hay una cosa más que los Windsor disfrutan hacer en esa propiedad, que por cierto es privada y no del gobierno: desde hace años les ha servido como la locación de la llamada"prueba de Balmoral", una especie de test que aquellos que quieran permanecer en el círculo cercano de la familia deberán pasar.
La "prueba" es tan famosa que incluso fue recuperada en varios episodios de la serie de Netflix, The Crown. En uno de ellos, una joven Diana Spencer viaja a Balmoral para pasar un fin de semana con los Windsor y lo hace tan bien que se gana a la familia, especialmente al duque de Edimburgo, y en otro más, la ex primera ministra Margaret Thatcher y su esposo son los invitados.
Isabel II, el duque de Edimburgo, el príncipe Carlos y la princesa Ana en 1955. (Historia/Shutterstock)
El capítulo es más que incómodo: Thatcher viaja a Balmoral sin los atuendos correctos para las actividades, llegando demasiado temprano a las cenas y teniendo que participar en extraños juegos en familia.
En la serie, la primer ministra no podía esperar para que "la aventura" terminara, y en la vida real las cosas no eran muy distintas. Según el biógrafo de la reina, Ben Pimlott, Thatcher llamaba a Balmoral "el purgatorio", y en el libro The Queen and Mrs. Thatcher, de Dean Palmer, dicen que consideraba al lugar "un mundo distinto".
"Lo llaman la 'prueba del Balmoral', pero yo lo llamaría una iniciación real", dijo el biógrafo real Omid Scobie.
"Entre los privilegiados de haber sido invitados al castillo de Balmoral en el verano, no todos la han pasado. Es bien sabido que a Diana le fue excelente, gracias a su crianza aristocrática, pero a Cherie Blair (esposa del ex primer ministro Tony Blair) y a Boris Johnson no les fue tan bien", aseguró.
La reina Isabel y el duque de Edimburgo con dos de sus invitados en Balmoral: el rey y el príncipe de Irak. (Shutterstock)
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Diana también tenía palabras selectas para describir la experiencia de Balmoral. Un "campo minado social", según lo describió Andrew Morton en su libro Princess Diana: Her Story in Her Own Words.
"Aquellos que navegan exitosamente el campo minado social, conocido popularmente como la 'prueba de Balmoral' son aceptados por la familia real. Los que reprueban se desvanecen del aprecio real tan rápido como la neblina de los Highlands viene y se va", narra Morton, en palabras de Diana.
Carlos y Diana de Gales en Balmoral, en 1981.(Bryn Colton/Shutterstock)
"Estudia el protocolo real, ten una gran cantidad de temas de conversación, un outfit para cada ocasión (desde cacería hasta etiqueta), y sobre todo, compórtate bien. ¡La etiqueta social es indispensable! Si no te gusta la comida, cómetela de cualquier manera. Si no te gusta correr por los Highlands en el viento y la lluvia, ¡lástima!
"A diferencia de una visita al Palacio de Buckingham o al Castillo de Windsor, ésta es la residencia privada de la reina y un asiento de primera fila a su vida privada. Estás entrando en su espacio, y lo que ella dice, se hace", comentó Pimlott.
