En abril del año pasado la reina Isabel II perdió a quien siempre se había considerado su gran apoyo en la sombra: su esposo, el duque de Edimburgo. La estoica soberana, que solo ha mostrado sus emociones en público en un puñado de ocasiones, como el funeral de su hermana o su visita a los papás de los niños que fallecieron en la tragedia de Aberfan, fue incapaz de contener las lágrimas mientras daba el último adiós al duque de Edimburgo en la capilla San Jorge del castillo de Windsor.
Así mantiene presente la reina Isabel al duque de Edimburgo en su día a día
Fiel a su ética de trabajo, ella retomó su agenda de compromisos lo antes posible, pero está claro que Felipe sigue muy presente en su vida diaria.
El pasado sábado la monarca de 95 años organizó una recepción en su casa de Sandringham antes de iniciar al día siguiente la celebración por sus siete décadas de reinado y quiso que su difunto esposo estuviera presente de alguna forma de un momento tan especial utilizando uno de sus bastones favoritos.
El pasado mes de octubre Isabel se dejó ver por primera vez en público necesitando ayuda para caminar, que le proporcionaba otro bastón diferente, pero desde palacio aseguraron entonces que lo usaba solo por comodidad y que no se trataba ni mucho menos de una muestra de que su legendaria salud de hierro se estaba deteriorando.