"Toda mi vida, sea larga o corta": Isabel II… la reverencia que salvó la corona
Hoy se conmemoran 70 años del Día de la Adhesión, pero también un 6, en septiembre de 1997, marcó la prueba de sobrevivencia de la era moderna de los Windsor, y fue pasada por una muy humana Lilibeth.
Un 6 de febrero, pero de 1952, daba su último aliento el rey Jorge VI, en Sandringham House. 70 años después su hija Isabel II conmemora el triste Día de la Adhesión; pero fue otro 6, en septiembre de 1997, que la retaría a una de las máximas pruebas del que es ya el reinado más longevo en la historia de Reino Unido.
La última vez que Isabel vio a su amado papá fue el 31 de enero de 1952, cuando fue a despedirla al Aeropuerto de Londres porque la heredera al trono comenzaría su gira por los países de la Commonwealth junto a su marido, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo. En Kenia y más tarde que el todo el mundo, la joven de 25 años se enteró de la pérdida de Jorge VI.
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Su annus horribilis en 1992, durante el cuadragésimo aniversario de su coronación, sumó a que vio arder su morada más segura, el Castillo de Windsor (en el que ahora se refugió de la pandemia de Covid-19), la separación, en privado, de la princesa Diana y su hijo el príncipe Carlos, poniendo así en un primer jaque el futuro de la institución.
La charla privada, hecha pública, subida de tono entre el futuro rey y Camila ("declarada" ayer en un giro de 180 grados de suegra como la próxima reina consorte); la publicación de las fotos de Sarah Ferguson con su asesor fiscal en la Côte d'Azur, recién separada del príncipe Andrés —quien enfrentará a la justicia estadounidense por agresión sexual—, quedarían como "juego".
De ese periodo su majestad británica salió renovada, con todo el apoyo de su país, su Commonwealth y el mundo. Pero la situación fue muy diferente a partir también de un día 31, pero de agosto de 1997. La noticia que conmocionó al planeta pereció no afectar a la soberana, que no interrumpió sus vacaciones en Escocia al saber que Lady Di había muerto.
Su silencio, su aparente indiferencia y haber dejado los restos mortales de la Princesa del Pueblo solos en la capilla de St. James varios días, mientras ella no cedía en ondear las banderas a media asta y mucho menos el estandarte real, así como no querer que Diana tuviera un funeral real le pasaron el más alto de los precios.
"Sus acciones han dañado a la monarquía", se presume que le dijo en una llamada telefónica el primer ministro Tony Blair a la reina. Entonces sucedió lo impensable, Isabel, R. cedió el terreno a Lilibeth, aquella joven que a los 21 años enamoró a sus súbditos con ese pacto que se convirtió en sagrado y que hasta hoy resuena.
"Declaro ante todos ustedes, que toda mi vida, ya sea larga o corta, la dedicaré a su servicio y al servicio de la gran familia imperial a la que todos pertenecemos", expresó la jovencísima heredera y ha cumplido a cabalidad con su palabra. Fue ese espíritu el que llevó a Elizabeth Regina a hablarle, por primera vez en vivo en televisión a su pueblo en su carácter de "abuela".
Permitió que su luto se viera en la asta de Buckingham Palace, con la Union Jack ondeando durante todo el día, a pesar de que ella no estaba en la residencia. Dejó, con el consentimiento de la reina Isabel, la reina madre (con un espíritu "muy distinto" y porque era el único que se había ensayado) que el funeral siguiera línea del Tay Bridge.
Vio a sus nietos William y Harry, a su hijo el príncipe Carlos y a su esposo el príncipe Felipe caminar detrás del féretro de su ex nuera, en uno de los momentos más difíciles en la vida de los jóvenes príncipes. Nada fue gratis, Isabel aprendió la misma lección que todos sus antecesores, hacer sobrevivir a la dinastía como sea y sin importar el costo.
Fue entonces responsabilidad de Lilibeth recuperar el amor de esos siete de cada 10 británicos que le exigían su abdicación inmediata tras el funeral. Hábil y, como buena "mamá", conocedora a la perfección de lo que querían sus hijos británicos, la reina desplegó toda su sabiduría y encantos, la royal magic que aprendió de las reinas y reyes del pasado.
Fue paciente, espero a que el largo trayecto llegara a las puertas de Buckingham. La carroza fúnebre estaba frente y entonces lo insólito, la reina acostumbrada al saludo casi con la rodilla en el suelo de las mujeres, a la que no se le puede dar la espalda, la que marca el principio y el final para comer, la que debe llegar al último a cualquier sitio, ¡hizo una reverencia!
El gesto fue la máxima posible de Isabel II para la princesa Diana, la mamá del futuro rey de Inglaterra. Sabemos que fue ese balanceo de cabeza la que salvó a la Casa Real de Windsor de la ruina, la monarca cumplió así con su encomienda, de eso hace ya casi 25 años. La reina logró lo imposible y se reconcilió con los británicos.
"Nunca te quejes, nunca expliques", era la piedra angular de la realeza británica, hoy eso poco a poco ha cambiado, la reina ha mostrado su dolor en dos de sus más grandes pérdidas, la reina Isabel, la reina madre, y recientemente la de su aliado y amor de vida, el príncipe Felipe. Ella es y será la favorita y mientras viva the crown está segura, ¿después? El tiempo lo dirá.