La suerte de los Windsor está echada (la analizamos y el mensaje de Isabel II)
En un día crucial para la monarca más longeva de la historia del Reino Unido, su sorpresivo anuncio ha puesto el punto final a la polémica de la sucesión y a la posibilidad de que abdicará.
El 14 de noviembre de 1948, el destino de la Casa Real de Windsor se decidió; nació Carlos de Edimburgo, el heredero de una de las coronas más fundamentales en más de un milenio y que no ha perdido su ímpetu en la era moderna, ¿hasta ahora? En un momento decisivo para el futuro de la familia real, un sorpresivo anuncio fue hecho por Isabel II.
A escasas horas de conmemorar el Día de la Adhesión, su majestad británica ha dejado saber a su pueblo,que, en su calidad de "sierva", les plantea su deseo de que su nuera, Camila, duquesa de Cornualles, reciba a su muerte y con el ascenso de Carlos a rey, el tratamiento de su alteza real, reina consorte.
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Con este comunicado, Isabel II despeja todas las dudas posibles del derrotero que tendrá la dinastía que encabeza y que se he mantenido en el poder, con cambio de nombre incluido. La primera duda resuelta: mantendrá firme su promesa y sólo dejará de ceñirse la corona cuando le llegue la hora de dejar este plano.
Isabel, R. se mantendrá como monarca británica y, por tanto, soberana de 15 Estados independientes, constituidos en reino y que forman parte de la Mancomunidad de Naciones, hasta su último suspiro. Ese será el momento, luego de su récord a la espera, para que el considerado príncipe de Gales más franco encabece a los Windsor.
Eso da lugar a que se eche por tierra otro de los rumores que constantemente ocupan a, incluso, los apostadores; William y Catherine deberán esperar su turno. Fiel a sus principios, creyente de que Dios mismo ha dictado su destino, el de su hijo, su nieto y su bisnieto George, en su era, Isabel II no será quien se salte a una generación.
Los futuros reyes de Inglaterra tendrán una muy pesada labor.(Julian Parker/UK Press via Getty Images)
Casi es hora para el impensable modernizador
El Impensable Modernizador, así hemos bautizado al futuro rey Carlos. La rebeldía, contrario a lo esperado, ha estado presente en él desde siempre, pero hubo una ocasión en la que dejó en claro que estaba listo para defender sus ideales, a costa de un conflicto por el que fue tildado de egoísta y cuasi "peligroso", una osadía no propia de su estatus.
Carlos es un hombre con sus propias ideas y eso provocó roces con su mamá, en especial con el desaire que le hizo a China, en 1999, al no asistir a una cena de Estado, en la que Isabel II afianzó lazos diplomáticos, y todo para apoyar al Dalai Lama, a quien conoció cuando, "en secreto", su abuela lo recibió en su residencia oficial.
Pero eso no ha sido todo, decidió no escuchar las peticiones de dejar de lado su propia fundación, con la que quiso apoyar a aquellas caridades a las que la monarquía nunca volteaba a ver (algo que también hizo Lady Di, al separarse) o su no rotundo a dejar de ayudar a los inmigrantes, en particular los musulmanes.
Amparado por la protección de Isabel, la reina madre, tocado directamente por las protestas estudiantiles de los años 60 en contra del establishment, pero hasta cierto punto tradicionalista, resultado de su educación para ser rey, Carlos es una amalgama de búsqueda de libertad cortesana, pero sin perder la mira de su obligación.
El 1 de julio de 1969 recibió su titulo de príncipe de Gales y la idea que dijo de cómo servirá a su nación ha sido profética: "Es algo que le das a la gente, sobre todo si quieren que lo hagas, y a veces si no quieren"; ese justo ese el escenario que se le plantea al King to be, tal perece que el mundo no lo quiere ver en el trono, pero su mamá y RU sí.
En honor a la verdad, en Gran Bretaña la atención, hasta hoy, estaba centrada en vigilar la salud de su majestad, pero ha sido ella misma, con el espaldarazo a su hijo y a su nuera en su speech más importante, a 70 años del Día de la Adhesión, que mostró de forma vívida lo urgente que es abrazar ya la idea de que el cambio es inminente.
Carlos y Camila recibieron el espaldarazo, muy oportuno, de la reina Isabel II.(WPA Pool/@Getty Images 1233396937)
El príncipe de Gales, quien en su primer encuentro con tres editores de los periódicos más importantes de su país les aseguró que "tuve (y sigue) que luchar con cada fibra de mi ser por escapar al protocolo real", está dispuesto a modernizar la institución y si lo hace a paso mesurado, sin perder su voz, lo puede lograr.
Sin olvidar que debe ser una figura de representación y no de acción, podría, al lado de la mujer a la que ha defendido ante lo que sea —y con la que logró lo que ni Eduardo VIII: romper la fobia al divorcio de los Windsor—, gobernar y asegurar la corona para su hijo y su nieto, en años en los que parecería impensable que aún haya realeza.
