El príncipe Harry recibió con consternación, al igual que la opinión pública de todo el mundo, el progresivo pero implacable regreso de los extremistas talibanes al poder en Afganistán.
Este grupo islamista, adormecido quizá durante los años inmediatamente posteriores a la invasión estadounidense de 2001, pero siempre alerta y en proceso de rearme, recuperó en cuestión de solo unos días el control de las principales ciudades del estado, incluida la capital Kabul, al tiempo que forzaban el exilio del ya derrocado presidente Ashraf Ghani y de las fuerzas internacionales.