Isabel II y su lucha por casarse con el hombre que amó, Felipe Mountbatten
Para consumar su historia de amor con su príncipe griego, Lilibeth enfrentó grandes oposiciones, pero su férrea voluntad triunfó y unió su vida a la del joven que la deslumbró cuando era niña.
El romance más longevo de entre las casas reales de Europa y que significó, en muchas ocasiones, la columna vertebral de la corona británica comenzó cuando la princesa Isabel, aún siendo una niña, conoció en una fiesta de una prima en común, al gallardo Felipe. El suyo fue un amor a primera vista.
Segura de que su primo se convertiría en el hombre de su vida, Lilibeth no permitió que nada ni nadie se interpusiera en su decisión de casarse con aquel exiliado, pero eso sí príncipe de Grecia y Dinamarca, descendiente nada menos que de la reina Victoria I y del rey Chistian.
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A pesar de esas credenciales, Felipe no significó nunca un buen partido para la mujer que llegaría a ceñirse una de las coronas más poderosas del mundo. El joven, quien era el sexto en línea directa en la sucesión del trono griego, perdió su estatus cuando su papá, Andrés de Grecia y Dinamarca, fue acusado de traición y exiliado a Francia.
Acogido por su tío materno lord George Mountbatten, las pretensiones de éste de que su familia formara parte fundamental de la monarquía británica fueron fundamentales para que el romance tuviera lugar. En 1939 ella con 13 años, le entregó su corazón definitivamente a Felipe, de 19.
El encuentro formal se dio en julio, cuando la familia real visitó la Real Academia Naval de Darmouth. Lord Mountbatten, primo del rey Jorge VI, logró que a su sobrino lo invitaran al té. Felipe consiguió entonces "fascinar”" si se podía aún más a la princesa Isabel.
Alto, rubio, atlético y con pasión extraordinaria por la vida naval, el príncipe conquistó el corazón de Lilibeth —según su institutriz Marion Crawford por su look "vikingo"— y ya no pudo mirar a nadie más. Enamorado o no, él nunca dejó de contestar las cartas que ella le envió, tras enlistarse en el Ejército, durante la Segunda Guerra Mundial.
"Él se unió a la Armada al estallar la guerra, y sólo lo vi muy ocasionalmente cuando estaba de permiso, supongo que dos o tres veces en tres años. Luego cuando su tío y su tía, lord y lady Mountbatten se fueron, pasó varios fines de semana con nosotros en Windsor… Antes de eso apenas nos conocíamos", recordó la propia Isabel II.
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En septiembre de 1943, Felipe fue invitado a pasar el verano en Balmoral, donde aprovechó para pedirle a Isabel que se casaran. Ese mismo año el joven sin familia y caído en desgracia estuvo en Navidad con los miembros top de la Casa de Windsor y logró que Jorge VI aprobara el romance y después la boda, pero hasta los 21 años de su hija.
Previo al consentimiento familiar y para disuadir a Isabel de esa boda que no la beneficiaba en nada, el rey Jorge VI insistió en que realizará un tour real, pero nada hizo cambiar la idea de la princesa que terminaría por casarse con su gran amor, en una fastuosa boda en la abadía de Westminster el 20 de noviembre de 1947.
Para poder desposarse con el joven cadete que vivía de su sueldo, en plena posguerra, Isabel pagó los tejidos y la decoración de su vestido con los cupones de su propia cartilla de racionamiento. El también nombrado conde de Merioneth y barón de Greenwich pasó 73 años de su vida al lado de la monarca británica.
Su amor, no exento de la polémica de varias infidelidades (incluso en 'The Crown' se habla que de parte de ella también), logró traspasar la frontera de los problemas y del tiempo, y hoy con la muerte a los 99 años de Felipe, el romance ve su capítulo final, con una Isabel II que despide a su gran amor y el papá de sus cuatro hijos.