Eran las 20:30 horas del 29 de marzo de 1956, fue un jueves santo; la familia real española regresó de misa a su refugio en el exilio, Villa Giralda —en el municipio portugués de Estoril—, a donde llegaron después de, primero, el triunfo de los republicanos en España, y se mantuvieron ahí tras la victoria de Francisco Franco.
Como si el trauma de la salida obligada de la madre patria de la Casa de Borbón, después de la Guerra Civil, no fuera suficiente, en aquella fatídica hora, el infante Alfonsito, de 14 años, y el príncipe de Asturias, Juan Carlos (de 18) jugaban con un revólver calibre .22 que terminó con la vida del más joven.
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Estando el infante don Alfonso de Borbón limpiando una pistola de salón con su hermano, la pistola se disparó, alcanzándolo en la región frontal, falleciendo a los pocos minutos. El accidente sucedió a las 20:30 horas, al regresar de los oficios de Jueves Santo, donde había recibido la sagrada comunión
Casa de Borbón
Fue la única comunicación que se recibió de parte de la familia real de lo sucedido y sin reparos quedó claro que se trató de deslindar de cualquier responsabilidad al futuro rey. Pero la escena en aquel cuarto de armas de Villa Giralda fue estremecedora para quienes la vivieron.
El depuesto rey don Juan de Borbón y Battenberg trató de evitar que el charco de sangre que rodeaba a su hijo Alfonsito se propagara y para ello arrancó del mástil una bandera española, con lo que lo envolvió; entonces volteó desesperado al heredero a la corona y le dijo: "¡Júrame que no lo hiciste a propósito!".
Sin una investigación que esclareciera lo sucedido y el absoluto silencio del único testigo desde que fue rey en 1975, hasta su abdicación en 2014, los rumores no faltaron, como que el arma había sido un regalo del general Francisco Franco, que esta tragedia significó la ruptura definitiva entre don Juan y don Juan Carlos o la reafirmación de la temida maldición Borbón.
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En el ideario cultural español se dice que el apellido de la familia real, originario de Francia, está maldito y provoca que sucedan hechos tan duros como niños muertos en el parto, infantas que mueren muy jóvenes (o en este caso el infante), accidentes de tránsito fatales, enfermedades congénitas, discapacidades y reinas muy desdichadas.
La verdad
Años después llegaría una terrible confirmación de que fue el hermano mayor quien apretó el gatillo, así lo escribió en una carta don Jaime de Borbón, tío de los niños, a su secretario: "Mi querido Ramón: Varios amigos me han confirmado últimamente que fue mi sobrino Juan Carlos quien mató accidentalmente a su hermano Alfonso".
No fue le único, Bernardo Arnoso, amigo de Juan de Borbón y Battenberg, compartió en alguna ocasión que el propio rey emérito le confesó que él había apuntado a don Alfonso, pensando que el revólver no estaba cargado, y que apretó el gatillo para impresionarlo.
La censura reinó en España y Portugal, en el régimen de António de Oliveira Salazar. El funeral de Alfonsito y su entierro se dio lejos de casa; miembros de la familia real viajaron a Estoril para llevar bolsas con tierra española, que fue puesta sobre su féretro. A la reina doña María "se le paró la vida" y el rey no volvió a hablar en público de su hijo.
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Fue hasta 2015, en el documental 'Yo, Juan Carlos I, Rey de España', del director hispanofrancés Miguel Courtois, que el emérito habló brevemente de Alfonso: "Ahora lo echo mucho de menos. No tenerlo a mi lado. No poder hablar con él. Estábamos muy unidos, yo lo quería mucho, y él me quería mucho a mí. Él era muy simpático".
Tuvieron que pasar 36 años para que el infante regresara a suelo español y en 1992 fue trasladado al panteón familiar de Madrid. "Alfonsito era un niño travieso y despierto, simpatiquísimo, que alegraba la vida a quienes le conocían", expresó el desaparecido periodista Juan Balansó, autor de varias obras sobre la monarquía española.
El carácter introspectivo y solitario de don Juan Carlos se acrecentó tras la muerte de su hermano, debido a que un día después fue enviado a España para terminar con su preparación para ceñirse la corona y se mantuvo siempre bajo la sombra del generalísimo Francisco Franco, a quien acompañó hasta su muerte.