El 10 de mayo nació Carlos Felipe José María Guillermo y significó una gran tranquilidad no sólo para sus padres, Guillermo y Stephanie, sino para todo Luxemburgo, que empezaba a dudar que el gran duque heredero y la gran duquesa heredera podrían cumplir con una de sus tareas fundamentales, darle un heredero a la corona.
Pero esa preocupación quedó atrás y hoy todos pudieron disfrutar de un momento muy especial en la vida de Carlos; cuando se llevó a cabo una ceremonia en la que recibió las aguas bautismales, en uno de los monasterios benedictinos más bonitos, la Abadía de Clervaux, construido en el siglo XIX.
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Entre los nombres que recibió el niño destacan dos, que son en honor a su bisabuelo, el gran duque Juan, quien murió el año pasado, y el dedicado a su papá. Entre los invitados al especial día estuvieron el gran duque Enrique y la gran duquesa María Teresa; el príncipe Sebastián y el príncipe Luis.
El hermano del gran duque heredero, el príncipe Félix, fue el padrino de Carlos y estuvo acompañado por su esposa la princesa Claire y sus hijos, Amalia y Liam; también estaban en la ceremonia el conde y la condesaJehan de Lannoy, y el conde y la condesa Christian de Lannoy.
La condesa Gaëlle de Lannoy, hermana de la gran duquesa heredera, fue la madrina. La ceremonia fue lo más privada posible para evitar aglomeraciones por la pandemia del Covid-19, incluso no se notificó que se realizaría. Como en otras monarquía, el bautizo del segundo en línea directa al trono luxemburgués estuvo lleno de detalles especiales.
Carlos utilizó el tradicional faldón de encaje —con gran estima para la familia gran ducal luxemburguesa, integrada por la Casa de Nassau-Weilburg y la Casa de Borbón-Parma—, que también fue usado por su abuelo el gran duque Enrique, la princesa Marie-Astrid, el príncipe Juan y su papá, el príncipe Guillermo.
Para cumplir con su pueblo y hacerlos participes de su gran felicidad, la pareja ducal posó con el niño en brazos de su mamá, a las puertas de la iglesia una vez que concluyó la ceremonia, que fue encabezada por el arzobispo de Luxemburgo y amenizada por la música de los padres de la Abadía de Clervaux.
La llegada de Carlos siete años después de la boda de sus padres, Guillermo y Stephanie, en la Catedral de Nuestra Señora de Luxemburgo, es un verdadero alivio para la sucesión ya que de no haber nacido, los ojos de todo el pueblo se habrían volcado a la princesa Amalia, la hija mayor del príncipe Félix, quien habría tenido que subir al trono.
Pero la preocupación, como muchas veces lo expresó la gran duquesa heredera Stephanie, era infundada porque sólo quiso disfrutar de su matrimonio al lado del granduque heredero Guillermo, que se dio en 2012, antes de extender la familia y darle a Luxemburgo a su esperado nuevo heredero.
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