Cuando Meghan Markle comenzó a hacer apariciones públicas (tras anunciarse su compromiso con el príncipe Harry) comenzó a ser objeto de críticas. La luna de miel con la prensa británica terminó pronto; los titulares se se centraban en su comportamiento y en su imagen pública, cuestionaron desde sus peinados hasta sus looks, mismos que, en opinión de muchos, eran más propios de una estrella de Hollywood que de un miembro de la familia real.
Aunque se mantuvo fiel a su moño bajo despeinado durante todo el tiempo que ejerció de royal, sí realizó varios cambios para adaptarse al protocolo. La manicura de colores oscuros, los escotes palabra de honor, los trajes cortos, las minifaldas y los 'regalos' de diseñadores que antes recibía con frecuencia pasaron a la historia.