Décadas antes de convertirse en rey, pero ya casado, Alberto II de Bélgica tuvo un desliz con la baronesa Sybille de Selys Longchamps, fruto de esa relación nacióDelphine Boël, a quien después de varios litigios el ex monarca tuvo que reconocer, al menos de palabra, cuando las pruebas de ADN fueron contundentes.
Sin embargo, Boël aún no recibe ante la ley el derecho de usar su apellido paterno que le corresponde: el de Sajonia-Coburgo y Gotha, por lo que esperaba escuchar la sentencia de la corte, aunque la hija ilegitima, pero ya reconocida, del rey de Bélgica tendrá que dejar pasar unas semanas más para que suceda.
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La audiencia para conocer el fallo de la corte se realizaría hoy pero, por la pandemia causada por el coronavirus, tuvo que atrasarse hasta el próximo 10 de septiembre, cuando por fin, se espera, podrá hacer uso de su apellido y también accederá a otro beneficio, una vez que la ley también le dé sus legítimos derechos.
Ese otro plus para Delphine será que además de utilizar el apellido de la familia real, tendrá la posibilidad de convertirse en heredera del rey Alberto II. Según lo acostumbrado en la Casa de Sajonia-Coburgo y Gotha le correspondería un cuarto del total de la herencia que el exgobernante le asigne a cada descendiente.
De ese capital total a cada hijo le corresponde las tres cuartas partes de manera obligatoria. Además de ese patrimonio, el rey Alberto II podría, si quisiera, añadirle a Boël otros bienes que le corresponderían de la parte de libre disposición, aunque expertos consideran que eso sería muy poco probable.
En general por los cambios que hizo el anterior rey de Bélgica en su contrato matrimonial con la reina Paola, esto en previsión de si en el futuro era necesario dividir sus bienes. A pesar de esta ventaja en cuanto al uso del apellido y de poder heredar algo de la corona, hay cosas a las que no podrá tener acceso nunca.
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Debido a que nació fuera del matrimonio, Delphine no tiene derecho al título de princesa, por lo que tampoco puede recibir el tratamiento de Alteza Real y es impensable que se le pudiera considerar en el futuro como una posible heredera al trono de Bélgica.
Los derechos citados sólo corresponden, de acuerdo con el protocolo, a los descendientes de el rey y de la reina. Toda esta historia pasó, de acuerdo con Boël, porque Alberto II y su mamá fueron amantes durante 18 años, ambos con un compromiso matrimonial, en el que supuestamente no eran felices.
A los 17 años, Delphine recibió la noticia de que el entonces soberano era su papá y no le extrañó: "Alberto venía mucho a casa de visita (…) Tenemos el mismo sentido del humor. Nos llevábamos muy bien. Íbamos de vacaciones a Córcega, a Saint-Tropez. Nos hacía visitas en Londres…", contó en su momento.