Cada vez que queda una vacante en el palacio de Buckingham, la correspondiente oferta de empleo no tarda en aparecer en la prensa británica para analizar los requisitos que se exigen a los candidatos -la discreción se valora casi por encima de cualquier otra cosa- y los beneficios que se desprenden de ese puesto en concreto.
En realidad, poco o nada se conoce de las condiciones laborales de los muchos asistentes que rodean a los miembros de la monarquía británica, gracias en parte a la costumbre de hacerles firmar acuerdos de confidencialidad que, de romperse, podrían acarrear graves consecuencias a quien revelara detalles de la vida de los royals.