En un hecho sin precedentes la reina Isabel II dio su consentimiento para que un royal aparezca en una entrevista televisada, en la que las preguntas no estaban pactadas y se podía hablar de cualquier tema, por difícil que fuera; el protagonista del hecho histórico fue nada menos que su hijo, el príncipe Andrew.
El duque de York, "acorralado" (considera la prensa británica e internacional), no encontró otro remedio para tratar de limpiar su muy dañada imagen, en gran parte por el testimonio de Virginia Roberts Guiffre, quien en una entrevista en Estados Unidos, reveló que había mantenido relaciones sexuales con él cuando tenía 17 años en el baño de una discoteca de Londres.