De Diana de Gales a Diana de Cannes
Para Diana de Gales, el festival de cine francés significó mucho más que el desfile por una alfombra roja. La década de los años 80 trajo muchas cosas importantes en su vida; el nacimiento de sus hijos, su ruptura con Carlos y Buckingham, así como su florecimiento como súper estrella de la realeza. Y en 1987, Diana brilló con un emblemático vestido en chifón azul cielo drapeado y con foulard a juego, diseño de su inseparable amiga y modista Catherine Walker, una diseñadora francesa que residía en Londres, y que la vistió en muchas ocasiones importantes.
Walker, según varias biografías, siempre fue muy discreta, nunca filtró información a la prensa y fue aliada de Diana y ese exquisito gusto le dio muchos de los looks más acertados y elegantes que hicieron de la princesa un fashion icon. Incluso, la diseñadora fue la encargada de confeccionar el vestido negro con el que Diana fue sepultada.
Lady Di, con su carisma y glamour incomparable, ya no era el centro de atención del príncipe Carlos, pero sí de la prensa mundial que la convirtió en estrella de muchos eventos internacionales, en particular, del Festival de Cannes. La edición 40 de este evento le permitió brillar con luz propia, dejar de ser la princesa de Gales para ser la princesa de Cannes... y del mundo.
Su trabajo filantrópico, sus looks, su triste historia al lado de Carlos le habían hecho ganar muchos adeptos no por su título real sino por su historia personal de resiliencia, amor incondicional a sus hijos y por su capacidad de reinventarse. Diana no tendría el cariño de su esposo, de la Reina Isabel II, ni de la corona inglesa, pero sí el del pueblo, de la gente que la siguió y adoró hasta el día de su muerte.
Antes de ella, hubo otra princesa que acaparó las miradas y los reflectores y que puso a la realeza en el centro de atención en este festival cinematográfico: Grace Kelly, la princesa de Mónaco que brilló en la alfombra roja de 1955. Aunque ella provenía de Hollywood y tenía las tablas de los escenarios ya bien aprendidas, igual que Lady Di, sufría su soledad dentro del Palacio Grimaldi. El look de esa noche de la princesa consorte de Raniero III es inolvidable; un impresionante vestido de encaje y collar de perlas.
Grace Kelly le pasó la estafeta a su "colega de corona", como princesa del pueblo, esa mujer que todas querían ser y para los hombres, la mujer que todos querían tener. Elegante, humana, cercana a la gente, hermosa y carismática.
A la princesa Diana Cannes le sirvió de plataforma para ser la invitada de honor en muchos eventos importantes alrededor del mundo, se ganó la amistad de personajes importantes en la moda como Anna Wintour, quien la hizo una de las asistentes más esperadas en la gala del MET. También se convirtió en la musa de muchos diseñadores y firmas de lujo. Y así se hizo de su propio nombre y de una espectacular imagen pública.
Ese vestido color azul cielo la llevó a la fama fuera de la monarquía y tuvo el destino que seguramente Diana hubiera querido para él (y para muchos otros) fue subastado, en 2013, justamente después del Festival de Cannes donde lo lució en 1987. La puja máxima alcanzó los 100,000 euros (más de dos millones de pesos).
Así la moda, las red carpets y el cine fueron el escalón perfecto para que Diana conquistara, a su manera, no solo las cámaras sino los corazones de la gente.