Carolina de Mónaco, la mejor amiga royal de Karl Lagerfeld
Corría el año de 1975 y la princesa Carolina cumplía 18 años por lo que su madre madre, Grace Kelly, pensó en regalarle lo que más le gustaba a su hija, ropa. Sí, desde muy chica Carolina mostró un gusto real por la moda. Cuando de pequeña todavía no sabía pronunciar bien ni su nombre ya de su armario colgaban varios elegantes vestidos de la casa Christian Dior. Le encantaba llevarlos puestos por todo el Palacio, así que para celebrar su mayoría de edad, Grace sabía que el diseño debía ser muy especial.
Qué mejor regalo que la prenda en cuestión fuera creación de uno de los diseñadores emergentes con mayor futuro en el mundo de la moda por aquellos años, sí, Karl Lagerfeld.
Karl trabajaba para la firma Chloé (1963-1978), una casa de modas francesa fundada por Gaby Aghion en 1952. El vestido en cuestión era de esta firma y a Carolina le fascinó, decidió llevarlo en un día muy especial que también marcaría su vida y sería como un accesorio de iniciación en el mundo de la prensa del corazón donde sigue protagonizando portadas… y también escándalos.
Aquel vestido lo lució en una de las salidas con su primer novio, Phillips Laville, un cantante francés de moda por aquellos años. La joven pareja salió a bailar a la discoteca de moda, L´Aventure y Carolina decidió no cerrar su vestido por lo que el escote, que debía terminar un poco abajo del cuello, terminó un poco arriba del ombligo. El escándalo fue mayúsculo en el principado y aquellas fotos las publicó hasta la revista Time. Así se relató en la biografía de Carolina de Mónaco escrita por José Luis Roig en 1993.
Esa actitud rebelde de Carolina fue lo que terminó de unirla con el diseñador Karl Lagerfeld que a su vez la tomó como su gran musa.
Carolina para Karl era lo que él pensaba debía de ser una mujer, elegante pero atrevida, auténtica pero sin olvidarse de la tradición, entonces los unió una amistad que duró casi cinco décadas.
A Karl le encantaba viajar a Mónaco para ver a su amiga la princesa y pasar largas horas platicando de moda, de arte y de cualquier frivolidad que llamara su atención. Eran amigos y confidentes y Carolina pocas veces llevó prendas que no fueran de él. Sus favoritas eran las que Lagerfeld realizaba para Chanel, la casa de moda donde trabajó desde 1983.
Una de las pasiones del diseñador alemán era la fotografía así que ninguna persona querida a él se salvó de posar para su lente. Por supuesto Carolina y su familia lo hacían encantados para Karl. Una de las sesiones de fotografía más espectaculares que Karl realizó fue justamente con Carolina, su esposo Stefano Casiraghi y sus tres hijos en su casa.
Los dos amigos compartían noches de largas tertulias, eran los mejores confidentes y estaban uno para el otro en las buenas y en las malas como cuando murió el segundo esposo de ella, Stefano Casiraghi el 3 de octubre de 1990 en un accidente al chocar su embarcación con una ola, él era piloto de lanchas rápidas. Karl no faltó a consolar a su amiga.
El día del sepelio ahí estaba su amigo en la Catedral de Mónaco y luego a la Capilla de la Paz para depositar los restos.
Durante varios años la hija de Reiniero decidió irse a vivir a la Provenza francesa alejada del glamour y la superficialidad del principado, aún así estuvo acompañándola el diseñador alemán. Cuando decidió volver a la vida pública así como retomar su agenda oficial, nuevamente la moda los unió, eso sí, respetando su viudez, Lagerfeld entonces diseñó sólo ropa negra para su amiga. Gestos como éste hicieron que su relación creciera cada vez más fuerte.
Gracias a los diseños de Karl, fue que Carolina consiguió por muchos años ser una de las mujeres más elegantes del mundo, diseños que llevó en importantes eventos personales e institucionales que hoy ya han pasado a la historia. Karl convirtió a Carolina y sus hijas, Charlotte y Alexandra, en sus mejores maniquíes.
Hoy la princesa Carolina de Mónaco pierde a su amigo más cercano y confidente, Karl Lagerfeld.