Conmueve la historia del fallecido Whisper, el último corgi de la reina Isabel
La semana pasada Isabel II se enfrentaba a una nueva pérdida: Whisper, el último de sus famosos corgis, fallecía a los 12 años por causas naturales.
Si bien es cierto que la muerte de una mascota no puede compararse con el resto de despedidas a las que ha tenido que enfrentarse la nonagenaria reina a lo largo de su vida -el funeral de su hermana Margarita en 2002, por ejemplo, supuso una dura prueba y sigue siendo una de las pocas ocasiones en que se le ha visto emocionarse en público-, sus fieles compañeros caninos han sido una compañía constante a lo largo de su infancia y su reinado a la que renunció en 2015, cuando decidió que dejaría de criar a la raza que ella misma había conseguido popularizar.
La versión oficial era que existía cierta preocupación ante la posibilidad de que uno de los ejemplares más jóvenes consiguiera hacerla tropezar y lesionarse, aunque los rumores que salían de palacio apuntaban a que también le angustiaba dar la bienvenida a más cachorros a los que quizá no fuera a ver crecer y cuyos cuidados no pudiera supervisar personalmente.
El pasado abril ya tuvo que tomar la difícil decisión de sacrificar a su corgi Willow después de que su estado de salud empeorara repentinamente por una enfermedad relacionada con su avanzada edad y con la desaparición de Whisper solo quedan ya dos perritos correteando por Buckingham Palace: Candy y Vulcan, pertenecientes a la raza 'dorgi', un cruce de dachshtund y corgi.
El caso de Whisper era una excepción entre los caninos de la monarca, que hasta entonces habían sido todos descendientes de Susan, la perrita que recibió como regalo por su 18 cumpleaños cuando aún era conocida como la princesa Isabel. Sin embargo, con él quiso hacer una excepción en honor a la amistad que mantuvo con su dueño original, uno de los antiguos guardabosques de Sandringham llamado Bill Fenwick que falleció a los 95 años en 2016.
Antes incluso de su muerte, Isabel había decidido adoptar sin que nadie se lo pidiera la responsabilidad de pasear a sus dos mascotas, el mencionado corgi y un bichon frisé, la mayoría de los domingos tras la hora del almuerzo y finalmente decidió hacerse cargo del primero. Eso sí, para darle una patina más regia, decidió cambiar su nombre original, Wispa -en honor a una chocolatina-, por Whisper, que se traduce como 'Susurro'.