Nació el 21 de septiembre de 1988, en pleno movimiento estudiantil en la UNAM, y aunque desde siempre ha preferido mantenerse al margen de la carrera política de sus padres (Carlos Ímaz es su papá), Mariana Ímaz, la hija de Claudia Sheinbaum, también es parte importante de la historia de la aspirante por Morena a la presidencia de la República.
Mariana Ímaz, la hija de Claudia Sheinbaum que también es parte de la historia
¿Quién es Mariana Ímaz, la hija de Claudia Sheinbaum y Carlos Ímaz?
De acuerdo con la ficha biográfica que publica el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, donde realizó una estancia postdoctoral entre septiembre de 2021 y agosto de 2023, Mariana Ímaz Sheinbaum, quien actualmente tiene 35 años, tiene una licenciatura en Historia por parte de la Facultad de Filosofía y Letras de la Máxima Casa de Estudios.
Posteriormente realizó una maestría en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona. Impartió clases de Historiografía y Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras y en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; y en 2016 inició sus estudios de doctorado en la Universidad de California, Santa Cruz, mismos que concluyó en agosto de 2021.
Mariana Ímaz prefiere mantenerse al margen de la carrera política de Claudia Sheinbaum
A diferencia de su hermano Rodrigo Ímaz, un artista visual (y ex aspirante a futbolista) que el año pasado hizo que Claudia Sheinbaum debutara como abuela, Mariana Ímaz ha mantenido un bajo perfil con respecto al trabajo político de su mamá; y además de las contadas y breves apariciones en Claudia: El documental y en publicaciones en redes sociales de la ex jefa de Gobierno, poco se sabe de la vida privada de la historiadora y académica.
Hace unos años, su nombre comenzó a sonar en los medios de comunicación porque se señaló que la obtención de una beca del Conacyt para estudiar su doctorado había sido un acto de nepotismo. Situación que la propia Claudia Sheinbaum abordó directamente.
“Estoy muy orgullosa de mi hija. Ella, por méritos propios, consiguió un doctorado en la Universidad de California y, como decenas de miles de personas, una beca del Conacyt para poder estudiar su doctorado en el extranjero”, dijo la entonces mandataria capitalina en una conferencia de prensa.
“Nunca utilizamos ninguna influencia para hacer ninguno de estos trámites, (mi hija) tiene su beca desde el 2016, es importante que lo supieran, terminó ya su doctorado y me siento muy orgullosa de ella y eso es importante que se conozca”, señaló Sheinbaum.
El importante papel de Mariana Ímaz en la historia política de su mamá y otras figuras
Sobre su perfil profesional, la UNAM destaca que Mariana Ímaz está particularmente interesada en cómo está construido el discurso histórico, es decir, bajo qué parámetros organizamos y le damos sentido a la experiencia y la vivencia en el tiempo. Parte de lo que le interesa es entender qué papel juega la narrativa en este proceso y qué tipo de procesos cognitivos están involucrados en la articulación de una narrativa histórica.
En un artículo publicado en 2015, en la revista Fractal, Mariana pareciera adelantarse a los tiempos y explicar lo que, en la actualidad, podría parecer una trivialidad: la presencia de los políticos (incluida su mamá) en las redes sociales, donde comparten detalles de su vida cotidiana, quizá con la esperanza de “invertir” en la construcción de su historia para que ésta no los juzgue en el futuro como si se tratara de personajes monolíticos (situación que es una constante cuando volteamos a ver, por ejemplo, a los héroes y padres y madres de la patria y que no tenían Instagram para presumirnos su desayuno o un podcast para reflexionar sobre sus ideologías).
“Los literatos entienden muy bien la función y riqueza del pasado habitual y cotidiano de los individuos, mientras que los historiadores nos seguimos dedicando a buscar ‘la verdad’, a buscar sólo el ‘¿qué pasó?’ en el pasado-histórico”, señala Mariana Ímaz en el texto titulado Hayden White y las nomenclaturas del pasado.
En éste señala que “el valor que tiene la cotidianidad del pasado tiene que ser recuperado en los discursos de los historiadores” y añade: “Tenemos que entender que si no recuperamos el pasado práctico, el discurso histórico se vuelve mucho más impersonal, en la medida en que habla de seres que vivieron en otro tiempo y espacio con nada discursivo que ayude a asimilar lo distante. En este sentido, recupero la idea de Dilthey, quien a principios del siglo XX afirmaba que la empatía es una condición indispensable para imaginar y comprender el pasado”. Empatía que, en 2024, los políticos pueden inspirar al compartir la foto de un nieto, una anécdota marcada por el sacrificio o la imagen de un perrito.