“Soy Nirvana y soy alcohólica”; la hija menor de Jorge Hank Rhon, se confiesa
Con solo 23 años, la jinete y ahora conferencista nos cuenta en exclusiva sobre la etapa oscura que por años la mantuvo lejos de su familia y sumida en el alcohol
La tarde del 25 de mayo de 2020, en plena pandemia, la hija de la fallecida María Elvia Amaya de Hank y el político y empresario Jorge Hank Rhon despertó entre botellas vacías, vómito y una sensación de haber tocado fondo que la obligó a pedir ayuda a su papá, con quien no hablaba desde hacía cuatro años.
Hoy, completamente rehabilitada, Nirvana nos cuenta todo sobre la que considera su etapa oscura, que la llevó a estar sola, cerca de la muerte y sumida en el alcohol, pese a tener una familia numerosa y un life & style envidiable.
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Una vida de privilegios
Conocí a Nirvana hace 14 años, durante una entrevista y fotos con su mamá, María Elvia Amaya, una de las mujeres más guapas y carismáticas de la sociedad mexicana. En esa ocasión, la ex primera dama de Tijuana nos presentó a una niña de 9 años que se acercó de forma tímida e impecablemente bien arreglada, pues esa noche celebrarían el cumpleaños de su papá, uno de los hombres de negocios más influyentes de Baja California y el país.
Esta vez nos reencontramos en la Ciudad de México, pero ahora vi a una espigada mujer de 23 años, mucho más segura de sí misma y con mayor soltura al hablar, a casi 11 años del fallecimiento de María Elvia y menos de tres de su renacer, como ella misma lo describe, tras un oscuro periodo de conductas autodestructivas con el alcohol, el aislamiento e ideas suicidas.
“Tenía toda una vida de privilegios, pero sentía que no merecía vivir ni ser feliz, pero todo eso ya quedó atrás. Le doy gracias a Dios porque soy alcohólica y porque toqué fondo, porque la vida que ahora vivo, es un milagro”, me cuenta Nirvana al inicio de la entrevista, pero ésta vez sosteniendo la mirada y sin titubear.
Hasta finales de agosto del año pasado, nadie excepto su familia cercana sabía lo que Nirvana había pasado en los últimos años.
Un video en Instagram en el que contó que por algunos años se cortaba la piel hasta sangrar, empezó su testimonial sobre esa etapa gris de su vida, que continuó por años más con el alcohol y que la tuvo más de cinco meses anexada y otros tantos sin ver a su familia, lejos de los privilegios con los que creció y con mucho miedo.
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Tocar fondo, en la experiencia de Nirvana Hank
“Yo era la que pasaba al Oxxo, la que pagaba la mesa y las botella o la que buscaba el after, y así estuve por muchos años, pero ahora he encontrado un nuevo camino de vida al compartir mi experiencia”, nos cuenta Nir, quien empezó a beber a los 13 años.
Dice que todavía era una adolescente cuando empezó a escuchar que tenía un problema con el alcohol, que necesitaba ayuda y que quizá tenia debía internarse, pero ella se convencía (y a los demás) de que no era necesario, pero en 2020, dos meses después del confinamiento, con una cruda terrible, se escuchó borracha en una grabación en la que simplemente no puedo reconocer su voz.
Cuenta que engañar a su familia era algo que aprendió desde niña, al crecer en una casa donde “todo es un secreto o un tabú, y donde no se dice nada de lo que pasa”, pero esa tarde, entre vómitos y blackouts, se comunicó con su papá, tras más de cuatro años de no hablar con él, debido al resentimiento y rencor por la muerte de su mamá, en septiembre de 2012.
“Cuando falleció mi mamá, yo necesitaba a un villano al cual había que echarle la culpa y desafortunadamente le tocó a mi papá”.
Dice que tuvo que tragarse su orgullo y a pesar de la vergüenza, le marcó a “Jorge”, como le llamaba, y de quien sorprendentemente no llegó ni un regaño. “No me preguntó nada ni me juzgó, solo me dijo que me iba a ayudar y que tuviera todo listo para la mañana siguiente porque iban a ir por mí. Él siempre supo respetarme, me dio espacio y me esperó con los brazos abiertos”.
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Así fue la rehabilitación de Nirvana Hank
Ya en el anexo empezó a sentir miedo; le hablaron de la disciplina y los ejercicios de ego reducción, derivados, dice, de una actitud de soberbia y la costumbre de juzgar a los demás por cosas tan sencillas y banales como los niveles de educación.
“Fue entonces que me di cuenta que tenía muchos issues más, como el hecho de sentirme mal por estar viva. Pensaba, ´porque estoy aquí y mi mamá no´. Incluso si me reía de algo, me sentía mal porque pensaba que no merecía ser feliz”.
Para cuando entró al plan de Alcohólicos Anónimos, ya estaba dada de baja en la universidad y había pasado una temporada en Alemania, a donde había huido con la idea de no ser reconocida y ser solo una joven más que disfruta de la fiesta y los amigos. Fue en rehabilitación cuando se dio cuenta que la muerte de su madre, entre otras cosas, la había afectado más de lo que creía.
Nirvana sólo conoció a su mamá por 12 años. La recuerda como una mujer amable y amorosa, pero de un carácter fuerte, muy exigente y muy estricta, algo complicado de entender por una niña que empezaba a tener actos de rebeldía.
“Para mí siempre fue muy distante y muy fría, pero con el tiempo aprendí a amarla a pesar de todo”, recuerda.
Huérfana de madre y alejada de su padre
A la hora de su muerte, María Elvia llevaba dos años luchando con un tipo de cáncer, y desde el día que la diagnosticaron, le pidió a su esposo que no le dijera a nadie, pensando en proteger a sus propios papás y a sus hijos, sobre todo a los menores, como Nirvana y su mellizo José Carlos.
Dice que sólo vio calva a su mamá en una ocasión, pero no entendió por qué, aunque sabía que algo estaba mal, pero no al grado de entender que sería algo que se la llevaría y que sería pronto. “Su fallecimiento fue muy repentino y fuerte, fue de un día para otro”. Según Nirvana, Hank Rhon se convirtió también en mamá e intentó seguir con el mismo modelo educativo de su fallecida esposa, quien no era para nada una mamá Montessori. La jinete menciona que su papá cometió muchos errores, pero hizo lo mejor que pudo. “Él también estaba pasando por una depresión muy fuerte finalmente y eso complicó todo”, explica.
Con el tiempo llegaron las autolesiones o cutting. Una tarde, tras un regaño, empezó a friccionarse con una regla hasta sangrar, algo que le agradó y empezó hacer con regularidad, y con navajas, en partes del cuerpo fáciles de esconder, como la parte alta de las piernas. Dice que le agradaba la sensación de dolor y la de ver la sangre correr por la regadera. Lo hizo por años y solo se detenía cuando sabía que había planes de salir a la playa con las amigas, pero era como una especie de válvula de escape para su dolor emocional, que con el tiempo mutó al alcohol.
La etapa del cutting se calmó cuando fue descubierta por su familia, pero como suele pasar en muchos casos, se creyó que la razón de las heridas era más bien un acto desesperado de inmadurez por llamar la atención. Nirvana creyó que lo había superado, pero ese dolor interior necesitaba ser atacado, y creyó que el alcohol era la respuesta.
En Tijuana, todos sabían quién era ella. Tenía muchos compañeros de fiesta aunque pocos amigos, así que se dispuso seguir cerca de ellos, estudiando Negocios Internacionales, pero la pandemia complicó las cosas, así que dejó la universidad y se distanció aún más de su familia.
La rehabilitación y sanación
“Cuando me fui al anexo, genuinamente pensé que nadie se iba a dar cuenta de que me había ido. Estuve cinco meses en aislamiento y un año y medio en una casa de medio camino, que es un lugar de tránsito antes de retomar una vida normal”. Dice que no vio a nadie hasta completar 10 meses en sobriedad, tras botellas enteras de vino, vodka y shots de Jäger, a las que a veces se les unía un poco de marihuana.
Todo eso lo entendió mientras estaba recluida, incluyendo los pensamientos suicidas que en más de una ocasión la llevaron a estar en un balcón pensando en saltar. Comprendió que el alcoholismo es una enfermedad emocional que se vuelve más grande cuando se entra en contacto con las botellas.
Hoy, lejos de todo eso, nos comparte orgullosa que contar su historia, al igual que la equitación, se ha vuelto una terapia. Nir empezó a montar desde muy chica, pero nunca fue tan en serio como ahora, que lo retomó con más disciplina después de su etapa más oscura. “Cuando estoy sobre mi caballo no pienso en nada más que en mi binomio con él en la competencia. Siempre he tenido muy buena comunicación con los animales, porque desde niña me di cuenta que era más fácil entenderme con ellos que con las personas”.
Ahora le interesa aprender sobre el mundo de los negocios y está escribiendo un libro, mientras da conferencias testimoniales. A casi dos años sobriedad, sabe que el alcohol va a estar cerca inevitablemente en su recién retomada vida social. “Al principio le daba pena que le preguntaran por qué no bebía. Decía que estaba en medicamentos, pero con el tiempo empecé a decir que simplemente no bebo porque soy alcohólica”.
Hoy, a través de su mensaje, no pretende cambiar nada y trata de no convertirse en el típico ex borracho que da sermones a los que beben. También se ha enfocado en recuperar a su familia, sobre todo con sus hermanos y su papá, con quien hoy tiene una excelente relación. “Cuando salí, todos me recibieron con mucho amor. Ahora todos están felices y orgullosos de mí a pesar del susto que les di cuando les contaron dónde estaba y por qué”.
Ahora le gusta tomar diplomados de administración de empresas, psicología de adicción y recuperación, alentada por los comentarios positivos de sus seguidores a través de las redes sociales. “He encontrado mucho amor en todos ellos. La gran mayoría de lo que me escriben es positivo, pero sé que también hay gente que necesita sacar algo de maldad, así que prefiero que sea conmigo que con alguien vulnerable”.
Por ahora está feliz con su novio, a quien conoció en Tijuana cuando ambos eran niños y quien siempre le gustó. “Las cosas jamás se dieron, pero hoy puedo decir que es la relación más bonita que he tenido porque hay mucho respeto. Él me conoció en todas mis etapas, incluso antes de la muerte de su mamá, vio a Nirvana borracha y ahora a la sobria, y al igual que mis hermanos, dice que nunca me había visto sonreír como lo hago en este momento”.