La crítica (y también autocrítica) de la ahora diputada Ana Francis Mor

Como dramaturga, escritora, actriz y cabaretera, Ana Francis considera al arte no sólo como un placer estético, sino como un medio revolucionario a través de expresiones como el teatro de revista, donde sus ideales, dice, siempre fueron similares a las del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien sigue desde que era jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

Ana ya hacía activismo, así que cuando Morena, por medio de Citlali Hernández y Sebastián Ramírez, la invitó a ser diputada plurinominal en el pasado proceso electoral, aceptó movida por la agenda feminista del partido. Además, reconoce, siempre ha sido “muy liosa y de armar grupos y movimientos”.

Cuentan que se identificó mucho con el proyecto político de Claudia Sheinbaum y que, desde que se integró al mundo del servicio público, su ideología y forma de hacer crítica no ha cambiado, pese ahora estar del otro lado. “Se hace siempre una crítica al estado de las cosas, a lo que no funcionan del todo de la 4T, de acuerdo a nuestra perspectiva”, menciona.

Cada viernes, con Julio Astillero, Ana Francis tiene un espacio llamado La mesa del más allá, donde hace crítica junto a Horacio Franco y Fernando Rivera Calderon. “Yo hablo de todo, hasta de las cosas espinosas que de pronto son complejas como el tema del aeropuerto de Texcoco o las reformas al INE”.

Dice que le gusta dialogar, pero que más allá de los temas comunes, como el mismo tema de la misma terminal aérea, la gente en la calle suele tener otros temas, al menos con ella. “Morena también es un reflejo del país, salió de México no de Wisconsin, es una respuesta popular de México donde se mezclan un montón de cosas y contradicciones”.

Cuenta que algo que también la mueve es el feminismo. Considera que el presidente ha tenido algunas torpezas en su discurso, pero que en cuanto a las mujeres nunca como hoy ha habido tantas en el mismo gabinete, además de nueve gobernadoras simultáneas en el país.

Asegura que con su trabajo, tanto el realizado en Bellas Artes como el del IMSS (con talleres de empoderamiento para mujeres indígenas y campesinas donde a través del cabaret contaban historias y les hablaban de sus derechos), pudo confrontarse y ver que de pronto ella misma era, hasta cierto punto, clasista e incluso racista al no darse cuenta de lo privilegiada que fue desde niña.

También colaboró con la Compañía Nacional de Teatro, donde notó que el color de piel importaba a la hora de conseguir papeles. Hoy vigila que la perspectiva de género esté en toda obra política y pública, algo que la llena de satisfacción, porque, dice, ella también ha sido discriminada.

Lleva siete años con su pareja, quien tiene dos hijos. No viven juntas, pero tienen una relación completa, en la que tampoco han faltado el rechazo y la discriminación, incluso en el medio político. Reitera que eso no la detiene, sino que la impulsa a buscar algo mejor y a continuar trabajando para que las cosas cambien.