Lourdes Mendoza tenía una columna en un suplemento de sociales, hace ya algunos años, en la que hablaba de personajes de la política que tenían cierto “perfil social''.
Era común ver a Mendoza en eventos formales e informales de élite, así que en una ocasión, en uno de los restaurantes del hotel St Regis Ciudad de México, se encontró a Rosario Robles, quien acababa de comer.
“Entonces la veo y noto que saca una cosmetiquera y un labial, y comienza a pintarse los labios, así que lo primero que pienso es que Rosario no había leído el Manual de Carreño, en el que se explica que no es bien visto que una mujer se maquille en la mesa, porque para eso está el tocador".
Era material perfecto para la columna de Lourdes, así que en la siguiente oportunidad, publicó su crítica hacia Rosario y pensó que ahí había quedado la cosa, pero no fue así.
“Resulta que llego a la boda de Eruviel Ávila (en junio de 2017), en la Ex Hacienda de Santa Mónica, y de repente llega Rosario a reclamarme y darme de gritos. Yo solo le dije; Rosario, lo que estás haciendo no se hace”.
No era una boda cuelquiera, era la del gobernador en turno del Estado de México y María Irene Dipp, así que invitados como Enrique Peña Nieto, Alfredo del Mazo, José Antonio Meade, José Narro y Claudia Ruiz Massieu, fueron testigos del escándalo.
El incidente se publicó en algunos medios y columnas políticas y sociales, y tuvo cierta repercusión en los medios, pero no pasó a mayores, hasta que, en un evento de Pepe Meade como candidato a la presidencia, llega Rosario Robles le pide una disculpa a Lourdes por haberle gritado.
“Alguien que tiene el valor de pedirte perdón, verte a los ojos y darte la mano, es digna de un borrón y cuenta nueva. La cosa es que cuando gana AMLO, digo en la radio; que la que tiene que tener miedo es Rosario, a lo que ella me contesta vía twitter y me dice que no, que no tiene nada que temer”.
Acordaron reunirse y conocerse por fin, al grado que hoy Lourdes es una de las reporteras que más ha defendido el caso Rosario Robles, no como juez ni abogada, sino al señalar irregularidades en su proceso legal.
“Ella se regresa y se presenta ante un juez dos veces, y aunque su delito es de omisión, no ameritaba una prisión preventiva. Ahora que la fui a ver al reclusorio sacó su lipstick otra vez y me dijo: ya ves querida, nunca se me va a quitar”.
