Las 5 historias de refugiados sirios que nos han llegado al corazón
La situación en Siria es muy preocupante, y ante esta problemática cada vez son más países los que han abierto sus puertas a los refugiados de esta guerra. Sin embargo, el camino no es fácil y sus historias valen la pena ser escuchadas.
Brandon Stanton, fundador del blog Humans of New York, ha decidido darles la oportunidad de hablar y hacer saber lo que han pasado. Con su página de Facebook, Brandon llega a más de 15 millones de personas alrededor del mundo. Estas cinco, nos han llegado el corazón:
Isla de Cos, Grecia
"Mi esposo y yo vendimos todo para pagar el viaje. Trabajamos 15 horas al día en Turquía hasta que tuvimos suficiente para huir. La persona encargada puso 152 personas en un bote. Cuando lo vimos, muchos quisimos regresar, pero nos dijo que no nos regresaría el dinero. La parte baja y la cubierta se llenaron de personas. Las olas comenzaron a meterse, por lo que nos dijeron que tirarámos nuestras maletas por la borda. En el mar golpeamos una piedra y nos empezamos a hundir. La parte baja se llenó de agua. Estaba muy apretado como para moverse y todos empezamos a gritar. Fuimos los últimos en salir. En el mar, se quitó su chaleco salvavidas y se lo dio a una mujer. Nadamos todo lo posible. Después de varias horas me dijo que ya estaba muy cansado que flotaría para descansar. Estaba muy oscuro y no podíamos ver nada. Las olas eran muy altas. Lo escuchaba gritarme pero cada vez lo oía más y más lejos. Con el tiempo otro bote me encontró. Nunca encontraron a mi esposo".
Lesvos, Grecia
"Ojala hubiera hecho algo más por ella. Su vida no ha sido nada más que sufrimiento. Ella no ha tenido muchos momentos felices. Nunca tuvo la oportunidad de disfrutar su infancia. Cuando estábamos subiéndonos a la balsa, la escuché decir algo que me rompió el corazón. Vio a su mamá siendo aplastada por la multitud y gritó: ‘Por favor no maten a mi mamá, mátenme a mí'".
Isla de Cos, Grecia
"Mi papá era granjero y tuve ocho hermanos. Nos fuimos a Australia cuando yo tenía 15 años porque no teníamos para comer. Estuve en una balsa por cuarenta días. Cuando llegamos, no podía encontrar trabajo, no hablaba inglés y dormíamos en la calle. Sé lo que se siente. Así que cada día manejo al puerto y les regalo pan a los refugiados. Mi hijo es mi socio y me dice: ‘Papá, está bien ayudar, pero no todos los días'. Pero aún así voy a diario porque se lo que es no tener nada".
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Lesvos, Grecia
El ejercito quemó la casa de mi vecino y al día siguiente en las noticias dijeron que había sido destruida por los terroristas. Comenzaron a arrestar a 300 personas por día. Vinieron por mí en el Ramadán. Estaba comiendo con mi familia cuando entraron y me tiraron al piso. Mis hijos gritaban. Me dijeron: ‘Sabemos que trabajas con la oposición. ¡Eres un terrorista!'. Yo les dije ‘Por favor, somos gente pobre. No hemos hecho nada. Sólo estamos tratando de sobrevivir'. Pensé que jamás vería a mi familia otra vez. Me llevaron a la cárcel y me vendaron los ojos. Me pusieron de rodillas y preguntaron cosas sobre la oposición. Yo no sabía nada. Cuando me preguntaban algo, sólo tenía dos segundos para responder. Me golpearon por horas. Les rogué que pararan. Después, me amarraron con cables. Descargaban electricidad por 25 segundos, paraban y preguntaban algo más. Cuando decía ‘No sé nada' descargaban más electricidad. Me secuestraron por tres días. Cuando me soltaron no podía ponerme de pie. Llegué a mi casa y abracé a mi familia, pero tuve que ir directo al trabajo. No había comida en la casa y nadie había comido en días".
Lesvos, Grecia.
"En los últimos cuatro meses hemos tenido doce mil refugiados aquí. Lo sabemos porque hemos contado los sándwiches que regalamos. Llegan golpeados y muy cansados. Pusimos esta zona en el camino para regalarles comida y bebida. Una noche tuvimos mil personas. Lo único que podías ver eran cabezas. No somos profesionales, sólo voluntarios. Las familias son las que rompen nuestro corazón. Llegan sin dinero, sin papeles y sin dónde quedarse. Algunas veces está lloviendo y sólo tienen cartón sobre la cabeza. No tienen nada para sus hijos, y sabemos lo difícil que es criar niños aun y en las condiciones adecuadas. Nuestro hijo no nos ha visto mucho últimamente. Incluso cuando estamos juntos, el teléfono siempre está sonando y estamos ausentes en mente. Hace poco nos preguntó si podía hacer una gran balsa y mandar a los refugiados a un lugar en donde no hubiera guerra".