Desde el primer minuto, supimos que este viaje iba a ser diferente. Al llegar por la mañana al Post Oak Hotel, nos esperaba una suite con sala, habitación separada por puertas corredizas y un baño de esos que merecen su propio reel de Instagram. Bajamos a comer a uno de los siete restaurantes que tiene el hotel (sí, siete) y fue ahí donde conocimos a una de las personas del staff, que se encargó de enseñarnos que este no es un hotel cualquiera.
El nuevo aire de Houston: lujo a la máxima potencia

Lujo, arte y coches de ensueño, todo en un solo lugar. El lobby es una declaración de glamour con un candelabro inspirado en la ópera de Dubái, obras originales de Frank Stella en las esquinas y un pasillo donde, casual, hay una exhibición de autos de lujo como Rolls-Royce, Bugatti y Bentley gracias a la colaboración con Post Oak Motor Cars.

Nos llevaron al icónico Ball Room, el más grande de la zona de La Galleria, donde se celebran los eventos más top de Houston. En el recorrido conocimos lugares como Stella’s Wine Bar, con sommeliers que te cuentan la historia detrás de cada copa, y la coqueta Bouchée Patisserie, donde probamos un key lime pie que queremos repetir.

La alberca tiene vibes de resort, ideal para olvidar que estás en plena ciudad. ¿Y los cuartos? Cada detalle está pensado: pesas, tina, regadera y amenities de Acqua di Parma. Desde la suite más sencilla (que de sencilla tiene poco) hasta la suite más grande con 2,000 m², terraza con alberca privada, cine, cancha de basket y hasta una bola disco. ¿Llegas en helicóptero? Champagne te espera en el helipuerto.

Y por si pensabas que ya habías visto todo… el SPA del hotel es el único en Texas con doble reconocimiento 5 estrellas por Forbes, seis años seguidos. Porque sí, they understood the assignment.
Pero el lujo no se queda en el hotel. A solo cinco minutos, un chofer (en auto de alta gama, obvio) nos llevó al River Oaks District, el hotspot de las marcas más exclusivas: Dior, Loewe, Stefano Ricci, Oliver Peoples, Harry Winston (con su flagship más grande del país) y joyerías como deBoulle, donde nos contaron que llevan más de 40 años vendiendo Patek Philippe y Rolex. También visitamos Assouline, la meca de los coffee table books, desde Barbie hasta arquitectura, pasando por destinos soñados.

Para la noche, el plan fue claro: cena en MAD, donde no solo comimos delicioso, también cenamos con el chef Luis Roger. Lo más icónico: las aceitunas líquidas, el pan con tomate, el cochinillo y el inolvidable “huevo volador” de postre, y de drink, obviamente el gin and tonic. Y sí, tomamos selfies en su famoso baño.

La cereza del pastel: regresar al hotel y encontrar en la cama un lip balm, spray de lavanda y una cama que parecía hecha por ángeles. Al día siguiente, cerramos la experiencia con pancakes gigantes en Bloom & Bee, más boutiques, más moda y un cafecito en Little Hen, una joya decorada con flores, tonos pasteles y ese aire francés que hace que todo se sienta más bonito.

Houston ya no es lo que era. Ahora es mucho más. Y tú, ¿estás listo para descubrir su lado más exclusivo?