Uno de los principales atractivos de una cena de este tipo es la posibilidad de interactuar tanto con los chefs, como con el sommelier para resolver cualquier duda o satisfacer la curiosidad de los comensales sobre el menú que están disfrutando: ingredientes, método de preparación y, por supuesto, su valiosa opinión sobre cada platillo.
Antes de comenzar, hay que tomar un trago de sake para eliminar cualquier remanente de sabor ajeno a la cena que tengamos en la boca. El primer sake de la noche fue un Fudoh de la variedad muroka. Entre otras cosas, se caracteriza su ligero color ámbar, no es totalmente cristalino ya que no pasa por un filtro de carbón activado; lo que le también ayuda a mantener su sabor original.
La cena abrió con una porción de gyosas de hongos japoneses acompañadas con la tradicional salsa de soya con un toque de cardamomo. Durante este recorrido culinario, cada platillo es cuidadosamente elegido junto con el maridaje de sake para potencializar los sabores y elevar la experiencia al siguiente nivel.
Una de las dudas de los asistentes a la cena fue el tiempo ideal para almacenar una botella de sake después de comprarla. De acuerdo con Kiyota, esta bebida se puede resguardar hasta un máximo de 10 años; eso sí, mientras menor sea la temperatura es mejor, esto sin llegar al grado de congelación, pues la botella podría reventar.