"Hola, bienvenido a Fonda 115", dice sonriente Tania Chávez, propietaria del lugar; desde el principio se siente ese calor de hogar, gracias a los cuatro integrantes de esta familia que unió la gastronomía, mientras que en una pantalla, para la distracción de todos, suena música del momento, gracias a playlists de YouTube.
Estamos de suerte, el fruto maduró a tiempo y Charlie puede preparar el sello distintivo de la casa: lasaña de plátano macho, que Juan ayuda a emplatar y lleva a la mesa con gusto, pero no es la única sorpresa, Karina también "se quiso poner guapa" y preparó una de las joyas de la corona de la repostería, un fondant de chocolate (legado del chef francés Michel Bras).
En esta 'nueva normalidad' visitamos sitios íntimos de la gastronomía de la Roma
La camaradería entre los cuatro es contagiosa, sus risas, su ingenio de recitar de memoria el guion de la cinta de Disney, Lilo & Stich, y su verdadera vocación por el servicio hacen de la comida una experiencia única y no es para menos porque este proyecto nació de un sueño arraigado en el corazón de Tania y de su hermano Christian, que por fortuna está de visita.
La resiliencia, después de casi cuatro meses de encierro necesario, no ha mermado, asegura Tania, sus ganas de seguir alimentando el cuerpo y el alma de sus comensales, muchos de ellos ya también familia: "Un sueño no se abandona, se alimenta y aquí nosotros lo hacemos todos los días, tratando de renovarnos y ser mejores".
Ese espíritu de crecimiento llevo a Christian a idear uno de los secretos más deliciosos de Fonda 115: "Nuestro menú lleva sabores de todo el mundo, cuando piensas hacer una sopa, quieres que sea distinta a las demás, tenemos una cocina condimentada y con mucha creatividad, de ahí surgen y les vuelan la cabeza a nuestros clientes", revela el chef.