Crepúsculo llega a México
La versión cinematográfica de la novela Crepúsculo llegó y se perfila para ser el nuevo fenómeno literario-cinematográfico de la década. Desde que su autora, Stephenie Meyer, publicó en 2005 la primera entrega de la tetralogía Crepúsculo, se colocó entre los favoritos tanto de los jóvenes como de la crítica literaria. Con 6 millones de copias vendidas, se posicionó como best seller en la lista del New York Times en pocas semanas. Su versión fílmica, sigue los mismos pasos. Podría pensarse que el público meta de la historia no rebasa la mayoría de edad. Sin embargo, la historia de amor entre la simple mortal Belle y el vampiro Edward retoma un tema universal que nos ha obsesionado sentimentalmente por generaciones: el amor prohibido. Los enamorados separados, ya sea por ancestrales rivalidades familiares (en Verona con Romeo y Julieta), por diferencias raciales (en estados Unidos con West Side Store) o por la diferencia de especies ‘humanas’. El punto es el mismo: un calvario hormonal en pos del ser amado. Edward Cullen rompe el estereotipo del vampiro clásico, ya no es un adulto solitario que duerme en sarcófagos o agoniza frente a crucifijos. Este vampiro está más cercano a un complejo gótico-idealizado: no es lacerado por la luz del sol, ni se alimenta de sangre humana, sino animal. Es un adolescente común que lidia con deberes, acné y chicas hasta que conoce a la tímida Belle, encarnada por Kristen Stewart. Ella cae rendida ante su hematófago compañero de clases, quien nunca había deseado tanto a una mujer. Su primer reto es vencer su instinto asesino en favor de sus intereses románticos. El segundo es salvar a su amada de James, otro vampiro que además de la sangre de la chica, quiere vengarse así de los Cullen, sus enemigos jurados. En Crepúsculo nos encontramos con una historia de amor común, pero con una novedad: los vampiros ya no son como antes, han dejado sus colmillos y cada vez, se parecen más a su contraparte mortal, a su lado humano.