En 1890, en Roma, nació una niña rebelde destinada a desafiar el mundo: Elsa Luisa Maria Schiaparelli. Hija de aristócratas e intelectuales, estudió filosofía y era fan de la escritura. Con mucha valentía, publicó un libro llamado Arethusa, una colección de poemas eróticos que escandalizó tanto a su familia que decidieron enviarla a un convento en Suiza.
Hoy, en su aniversario luctuoso, recordamos a Elsa Schiaparelli, una diseñadora y artista que siempre siguió sus impulsos sin importar las críticas, y que hasta la fecha sigue siendo la reina del surrealismo en la moda .
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Elsa Schiaparelli: Desafiando las reglas
Con ganas de cambiar de vida, Elsa se mudó a Londres, donde se casó con un hombre que conoció en apenas 24 horas. Como era de esperarse, el matrimonio no duró, así que decidió mudarse a París, atraída por el arte, el estilo de vida y la arquitectura. Ahí empezó a experimentar en la moda, creando prendas para ella y su círculo cercano, siempre destacando por su estilo extravagante.
En 1927, se animó a crear para el público una línea que llamó la atención de todos. Su primera colección incluyó jerséis con ilusiones ópticas, y de ahí en adelante revolucionó la moda con ideas como la icónica falda-pantalón, una prenda que diseñó para la tenista Lili Álvarez, desafiando los códigos de vestimenta de su tiempo.
Una amistad surrealista
Una de sus colaboraciones más famosas fue con su amigo Salvador Dalí. Juntos crearon sombreros en forma de zapato, el vestido esqueleto que criticaba la obsesión social con la delgadez extrema, y el famoso vestido de satén blanco con langostas pintadas, añadiendo un toque sensual y enigmático nunca antes visto.
Elsa decía que su mayor ventaja como diseñadora era no haber estudiado moda, lo que le permitía jugar libremente con su imaginación y experimentar. Incluso se aventuró en el mundo de las fragancias, aplicando su característico savoir-faire que la hacía destacar.
Todo esto hizo que su maison se convirtiera en una de las más influyentes de París, lo cual la llevó a una rivalidad con Coco Chanel. Schiaparelli era su opuesto: mientras Chanel se inclinaba por lo refinado y discreto, Elsa fue pionera en usar cierres visibles, lo que en ese momento causó revuelo por su carácter llamativo.
Un legado trascendental
Con la Segunda Guerra Mundial, Elsa se mudó a Nueva York. Al regresar a París después de la guerra, encontró que los gustos habían cambiado, y la gente ahora prefería la simplicidad, así que cerró su maison en 1954. Sin embargo, dejó una huella imborrable en la moda con su estilo inusual, desde el bolso en forma de teléfono y los guantes con uñas incorporadas, hasta la manga "pagoda" y las telas con textura de periódico. Elsa siempre será recordada por su arriesgada pero divertida creatividad.
La marca fue relanzada en 2012, aunque no tuvo el éxito esperado. Pero en 2019, el legado de Elsa resurgió con fuerza bajo la dirección creativa de Daniel Roseberry, quien ha devuelto a la marca su esencia original, destacando la anatomía humana y los estilos dramáticos que definieron a Schiaparelli.