Nació en París y desde muy pequeño sintió un amor profundo por lo que después se convertiría en su oficio. “Desde chiquito acompañaba a mi mamá a la panadería y me comía en el camino la mitad de una baguette: he llevado toda mi vida un afecto por lo que es el pan, todo el pan: el de dulce, el salado, la baguette, el pan campesino, todo lo conocí desde cuando niño", dice Sergio Roterman al otro lado de la mesa en la que conversamos mientras en el horno se llevan a cabo los proceso de cocción.
El panadero más querido del barrio
Un amor profundo por el pan
Después de muchas aventura llegó a México para estudiar la literatura en Latinoamérica. Aquí conoció y se enamoró de Adriana Casanova con quien se casó en 1974 y desde entonces se volvieron cómplices, no solo en la crianza de sus hijas, sino también en la empresa del pan.
Todo comenzó con las crepas en Cluny y lo italiano en Le Petit Cluny, después el interés se trasladó a la comida italiana y comenzaron a trabajar en pizzas y pastas, y comenzó una nueva etapa para ellos en Trattoria della Casa Nouva, un espacio en el que prosperó su iniciativa pero que los estragos de la pandemia no lograron sortear. Conservamos todo el tema de la panadería y lo trasladaron a Le Petit Lola, un peculiar restaurante con un creatuvo menú de tortas y malteadas en la zona de San Ángel y en el que también venden su especial pan campesino y las baguettes, que para este momento, ya comenzarán a desprender su aroma, pues están saliendo del horno.
La tradicional elaboración del pan
“Siempre hemos buscado lo más auténtico, lo más apegado a la tradición, a lo que la gente hacía en décadas o siglos atrás de manera artesanal. Tenemos panes aquí cuya elaboración nos toma nueve días. Nos encanta la tradición, el apego a las recetas originales y la autenticidad. Evitamos cualquier tipo de atajo que acelere la producción o que haga el proceso más rápido. Aquí, todo se hace a ritmo lento”, comenta Sergio.
De forma autodidacta y consultando libros, Sergio logró adquirir una técnica profesional, sofisticada y, sobre todo, con un toque personal que logró conectar con los vecinos del barrio. Vamos a mirar el resultado en el horno y una mujer se acerca a él, lo saluda y le dice que extraña cuando estaban en su local anterior y comer sus pizzas artesanales. Es ahí que lo entiendo. El señor Roterman, es el panadero más querido del barrio.