En 1538 nació un aguardiente en la ciudad de Tequila, Jalisco, por lo que fue bautizada con ese mismo nombre. La historia de su descubrimiento tiene una tradición divina; se cree que los dioses de la embriaguez permitieron que un rayo cayera sobre un sembradío de agaves, lo que originó un incendio que los calentó e hizo brotar de ellos una miel dulce y de aroma agradable.
Después de fermentarse, la bebida hacía que los nativos se relajaran o se pusiera eufóricos, por lo que pensaron que este regalo del dios Baco debía preservarse. Así alcanzó nuestros días, en los que la firma Las Garrafas mantiene el proceso artesanal de su creación y para el lanzamiento de sus dos destilados —hechos 100 por ciento de agave—, eligió a dos aves para que fueran sus emblemas.