El municipio de Tekax empiza a sonar fuerte en el panorama turístico yucateco gracias a la arquitectura y tradiciones de sus pueblos, como San Marcelino, una pequeña comunidad cercana a Mérida, que desde hace unos meses recibe a visitantes nacionales y extranjeros a través de un novedoso programa de visitas guíadas.
San Marcelino, el secreto mejor guardado de Yucatán
Ubicado a 8.5 kilómetros de la cabecera municipal de Tekax y a hora y media de la capital del estado, San Marcelino emerge de la selva tras cruzar las comunidades de Canek y Kancab, en las que se deja el camino de pavimento para continuar por una vereda de terracería entre sembradíos de maíz y pastizales.
Lo primero que se aprecia al llegar a esta aldea maya de 24 habitantes es la capilla del Cristo de las ampollas, contruída en la época colonial por un hacendado al que perteneció este predio que comprende más de 90 hectáreas de selva y áreas de cultivo.
Las prácticas autosustentables de la comunidad saltan a la vista en todo momento y son explicadas a detalle por Luis Góngora Pech, iniciador de este proyecto, quien después e visitar el templo católico guía a los visitantes a un pequeño taller donde se elaboran bordados de huipiles con técnicas artesanales como el Xo´ok bi chuy (punto de cruz) y el bordado de máquina de pedal, para después iniciar un recorrido entre la vegetación al que denominan el "Sendero interpretativo".
La primer parada de la caminata incluye un pequeño museo que exhibe vestigios mayas encontrados en la zona como figuras en piedra, metates y puntas de lanza. Más adelante, siguiendo una vereda entre árboles como el chakaj y el jabín, con propiedades curativas, se llega a los jultunes, una serie de formaciones naturales de piedra caliza utilizadas por sus ancestros para la recolección de agua de lluvia.
Algunos son tan grandes que anteriormente eran utilizadas para lavar ropa de uso diario o como bebedero de animales domésticos y salvajes como venados y los tímidos x’ixpachoch o puerco espín, que incluso pueden ser vistos en una cueva de gran tamaño localizada en el mismo predio, que, se dice, era utilizada por un brujo mayor para la realización de rituales.
Cuesta arriba, en la parte más alta de una pequeña pendiente se encuentra un chuiltún x-balamqué, un antiguo sistema de capatación y almacenamiento de aguas de lluvia construido por los mayas desde épocas precolombinas. Ésta construcción subterránea a base de estuco podía almacenar miles de litros de agua. Es posible entrar en él y apreciar objetos como aros de juegos de pelota, que se cree terminarón ahí como ofrenda al dios de la lluvia, y obtenidas por los habitantes de la región tras haberlas ganado a adversarios o pueblos vecinos.
Casi al final del recorrido se encuentran los sembradíos de la comunidad, de donde obtienen los principales ingredientes de su cocina tradicional como maíz, frijol, calabaza y sandía, todos obtenidos de forma orgánica y de temporal, es decir, durante los períodos de lluvias.
Un breve ritual en un espacio ceremonial marca el final de recorrido, en el que según la cosmovisión maya se dejan las malas vibras en un pequeño árbol de ceiba que las lleva al inframundo o xibalbá para después florecer de forma positiva entre las hojas verdes.
Una comida en la aldea es la forma de decir gracias por parte de los lugareños, quienes abren las puertas de su cocina para compartir sus platillos que además de hortalizas incluyen animales que ellos mismos crían como guajolote, pato, pollo e incluso cerdo.
Las visitan pueden ser a grupos de entre cinco y 20 personas y la reservación debe hacerse dos o un día antes de la visita a través de Facebook (“Chultún San Marcelino”) o por WhatsApp (997 132 88 66). Se recomienda llevar repelente para moscos, bloqueador solar, ropa ligera, botas, sombrero y agua embotellada.