Lo más rico para... Rodrigo Alegre
Restaurante básico (cualquier parte del mundo): Normalmente aprecio mucho la comida callejera local. Pero, hablando de restaurantes, recientemente visité Hiša Franko en Eslovenia y cautivo todos mis sentidos, no sólo por la experiencia culinaria, sino la local.
Bebida o vino favorito (para maridar, de la vida, etc): Como aperitivo refrescante, un buen Aperol Spritz. Sin embargo, mi coctel favorito es siempre la recomendación de un buen mixólogo a quien dejo que me conquiste con una bebida honesta, tanto en su vista como en sus ingredientes, y que comunique la intención del lugar en donde estoy. Hace poco en un restaurante de la Ciudad de México le pedí al mixólogo que consintiera mi paladar, le conté cómo me sentía y cómo quería empezar la noche y ¡wow! Llego a mi mesa una copa rosa con una espectacular rama verde: le apode Flamingo.
Bebida o snack favorito en Starbucks: Infusión de menta.
Música para cocinar: No escucho música, me concentro bastante en el proceso, creo que la música me distraería.
Platillo de la infancia: El maravilloso mole verde de mi madre y mi abuela.
Lugar de cocina callejera o urbana (ítem de comida callejera): Mi favorita es la comida callejera auténtica, sin pretensiones, y que exprese la cultura local. En México, mi favorita es la oaxaqueña y su famoso mercado 20 de noviembre.
También, estoy enamorado de la comida callejera asiática, en especial el chicken satay o el sate ayam de Indonesia, y en específico el que se encuentra afuera del templo de Borobudur.
¿Con qué personaje, vivo o muerto, te gustaría sentarte a cenar?: Walter Gropius
Libro de cocina de cabecera: Eleven Madison Park: The cookbook. Me encanta este libro y, aún más, sabiendo que los creadores de Eleven Madison son sus autores. Confieso que no sé si sabría usarlo.
Compañeros ideales de mesa:Mi pareja y Manchas, nuestro Dálmata, con una botella de tinto y un buen tema de conversación.
Viaje que influyó en tu formación en la gastronómica: Un road trip por Veracruz –en especial en Tlacotalpan en donde probé un chilpachole de jaiba que me hizo sudar todo el día– y en la Toscana, con los ingredientes más auténticos y sencillos, aprendí por qué “Less is more”.