Ignacio López Tarso ya es una leyenda en el ideario cultural nacional. Ayer el primer actor murió a los 98 años, tras una vida llena de éxitos en lo personal y en lo profesional, un proyecto en particular en el ámbito de su carrera le llegó porque era su destino que lo ayudara a grabar su nombre con letras de oro en la cinematografía mexicana.
'Macario': El papel que rechazó Pedro Armendáriz e inmortalizó a López Tarso
Se trata de la película Macario, que originalmente no estaba pensada para que la protagonizara don Ignacio; el papel principal estaba destinado para uno de los actores más importantes de la época, Pedro Armendáriz. Aunque López Tarso, quien tenía ganas de hacer ese tipo de cine, de autor no quitó el dedo del renglón.
El destino le sonrió a don Ignacio, Armendáriz no pudo aceptar el papel porque tenía un contrato firmado para realizar una película en Italia, por lo que el camino estaba una vez más abierto para buscar cumplir ese anhelo. Ahí entró la figura del fotógrafo Gabriel Figueroa, quien llegó al camerino de López Tarso para felicitarlo por su interpretación en la obra Cyrano de Bergerac.
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En ese momento el ojo experto de Figueroa haría el resto y uno de los artistas más grandes de la Época de Oro le ofreció a su amigo el que se convertiría en el papel con el arrancó su viaje fílmico y que lo consagró; tal y cómo él mismo lo predijo significó un antes y un después en todos aspectos para Ignacio.
"Hacer Macario sería lo más grande que podría pasarme en mi vida", aseguran que profetizó López Tarso y así fue, no sólo para él sino para la industria nacional. La adaptación de El tercer invitado de B. Traven conquistó a la Academy of Motion Picture Arts and Sciences (AMPAS) y decidió concederle la nominación al Oscar a "Mejor Película en Lengua Extranjera", la primera para México.
Eso no fue todo, también "cruzó el charco" y fue parte de la Selección Oficial del Festival Internacional de Cine de Cannes de 1960. Logros más que merecidos por el esfuerzo realista del director Roberto Gavaldón, don Gabriel y por su puesto don Ignacio que tuvo que cargar una mecapal de leños reales, que pesaban 25 kilos, mientras subía uno de los montes de Taxco.