Más allá del talento y la vocación que Mía Rubín ha demostrado desde pequeña y del empeño con el que busca hacerse de un nombre en la industria de la música, sin colgarse de la fama de sus papás, Erik Rubín y Andrea Legarreta, pero contando con ellos en todo momento para fomentar su trabajo, alentarla en sus esfuerzos y guiarla en el difícil camino del mundo del entretenimiento, la joven cantante ha demostrado que, a sus 17 años, cuenta ya con las tablas y la madurez necesarias para emprender, de lleno, la búsqueda de sus sueños.
En este sentido, Mía ha dejado en claro que sabe lidiar con uno de los retos más grandes a los que puede enfrentarse un artista, sobre todo uno que se encuentra en sus años de adolescencia, y es el cómo lidiar con la presión que ejerce sobre ellos el bombardeo de mensajes negativos y el escrutinio incesante de la opinión pública, tanto en temas que atañen directamente a su trabajo como a los que hacen referencia a su vida privada.