Como pocas veces en su larga carrera cinematográfica, Guillermo del Toro se dio la oportunidad de hablar sobre su presente, pasado y futuro como cineasta.
Durante el cierre de la edición 75 del Festival de Cannes, que se realizó el pasado fin de semana, el director, quien fue uno de los más asediados por la prensa internacional, reveló las razones que lo obligaron a abandonar México.
El ganador del Oscar como Mejor Director y Mejor Película por la cinta La forma del agua señaló que le hubiera encantado residir "toda la vida en México", sin embargo, la violencia en el país y el secuestro de su padre, hecho que le cambió la vida, lo obligaron a alejarse.
"Me hubiera quedado en México toda mi vida, pero el secuestro de mi padre en 1998 cambió mi vida. Empecé haciendo películas en Estados Unidos porque tenía mucho dinero por mi primera película en México, Cronos. Después pensé que seguiría haciendo películas españolas, entonces… nunca estuvo planeado, solo pasó”, recordó con nostalgia el también guionista de 57 años.
Guillermo del Toro, quien se ha caracterizado por crear obras cinematográficas del género de fantasía en las que habitan monstruos, demonios y otras creaturas, también mencionó que dentro de sus planes futuros le gustaría escribir una nueva versión del clásico de Mary Shelley: “Mi sueño sería hacer mi versión de Frankenstein" declaró el cineasta tapatío.
"Esas obras representan lo que yo soñaba que quería hacer cuando era un niño, cuando era muy joven", enfatizó Guillermo del Toro, quien fue moderador en una serie de debates organizados en Cannes con grandes cineastas sobre el futuro del cine.
Durante la ceremonia en que se celebró el 75 aniversario del Festival de cine de Cannes, Guillermo del Toro dio la nota junto a su compatriota, el también tapatío Gael García Bernal, al armar un palomazo ante la presencia de directores y estrellas del cine internacional.
El director de El callejón de las almas perdidas y el actor de Babel entonaron a dueto, en el escenario del Palais des Festivals, el tema clásico de José Alfredo Jiménez, Me cansé de rogarle, lo que le valió una ovación de todos los presentes.
