Este lunes se ha celebrado la gala del Met bajo el tema En América: Una Antología de la moda y las celebridades invitadas han vuelto a hacer de las suyas ciñéndose mejor o peor al código de vestimenta, que invitaba a todos los asistentes a reinventar los atuendos que lucirían personajes como los de las novelas La edad de la inocencia o La casa de la alegría.
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Por supuesto, cada uno interpretó esas directrices a su manera. Cara Delevingne, por ejemplo, apostó por un traje de Dior Haute Couture, aunque la chaqueta no le duró demasiado porque nada más llegar al museo metropolitano de Nueva York se la quitó para posar en topless. La modelo y actriz se había pintado el torso de dorado y llevaba puestas unas pezoneras del mismo color con varias cadenas alrededor del pecho.
Quien también mostró sus encantos fue Nicki Minaj, aunque en su caso se debió a un fallo de vestuario. La parte de arriba del vestido de Burberry que le habían confeccionado a medida era demasiado pequeña para ella y se pasó gran parte de la noche evitando enseñar más de la cuenta.
Kendall Jenner no tuvo que preocuparse por eso porque la parte de arriba de su dos piezas de Prada era directamente transparente y la convirtió en el centro de todas las miradas, hasta el punto de que muy pocos se dieron cuenta al principio de que la modelo se había teñido las cejas de un sorprendente amarillo pollo. Gigi Hadid, por el contrario, decidió que no tenía ganas de pasar frío y se enfundó un abrigo plumífero de Versace con cola incluida que hacía juego con el corsé de látex que llevaba puesto debajo.
Dakota Johnson llegó muy bien acompañada por el actor Jared Leto y el diseñador Alessandro Michele, a quienes costaba diferenciar a primera vista porque llevaban puestos trajes idénticos de Gucci y lucían la misma melena y barba largas.
El punto de indiferencia lo puso Tom Ford con un impecable esmoquin de diseño propio que ni se molestó en adaptar a la estética de la noche, aunque encajaba muy bien, porque él nunca "ha seguido temas". De hecho, hace unos días dejó claro que la gala del Met había perdido, en su opinión, su antiguo atractivo para convertirse en "una fiesta de disfraces" para famosos.