Este lunes Kim Kardashian se convirtió en el centro de todas las miradas a su llegada a la gala del Met a pesar de que en ningún momento se le vio la cara debido a la máscara negra que le cubría por completo la cabeza y de la que solo sobresalía su larga coleta.
En realidad, la única manera de adivinar que se trataba de ella era gracias a su curvilínea silueta, que quedaba perfectamente resaltada gracias a un body del mismo color y un sencillo vestido con cola firmados por Balenciaga.