El último proyecto profesional de Mel Gibson , la comedia navideña Fatman, lo llevó a meterse en la piel de un Santa Claus alcohólico y desencantado con su trabajo, que además tiene que lidiar con el sicario contratado por un niño vengativo.
La gran ventaja de este papel es que el actor sabía que no tendría que ponerse dieta ni afeitarse la barba antes del rodaje, pero jamás se imaginó que en realidad su aspecto desaliñado acabaría resultando excesivo.