Cuando Clarence House confirmó el pasado mes de marzo que el príncipe Carlos había dado positivo en la prueba del coronavirus, los británicos no pudieron evitar inquietarse debido a que su edad, con 71 años, se colocaba entre los grupos de mayor riesgo ante esa enfermedad.
Sin embargo, el hijo de Isabel II se encargó de confirmar desde Escocia, donde permanecía en aislamiento en una de las residencias de la monarquía, que solo estaba experimentando síntomas moderados que ni siquiera lo estaban obligando a estar cama. De hecho, siguió adelante con las labores habituales que se desprenden de su papel institucional recurriendo en gran parte a las nuevas tecnologías.