Pablo Picasso es considerado uno de los genios más importantes en la historia de la humanidad, sin embargo, su familia más cercana tiene una idea del hombre menos romántica e incluso lo recuerdan con mucho dolor, por eso cuando pueden se deshacen de "la herencia" que les legó.
Tal es el caso de Marina Picasso, quien decidió realizar la décima subasta de obras de su abuelo, que le llegaron por derecho sanguíneo y no porque el pintor haya querido que las tuviera después de su muerte. La nieta del artista ve en este desprendimiento una especie de catarsis.
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Una vez más la casa Sotheby’s, en Londres, fue elegida para realizar la subasta, el 15 de junio de más de 60 piezas menores del malagueño que son propiedad de Marina. La historia de por qué ella no quiere conservar nada que le recuerde a Picasso es triste y llena de tragedia.
Lo que la nieta del creador del cubismo no puede olvidar es que fue por la distancia que éste tomó con toda su familia, después de enamorarse de nuevo, lo que le provocó un sinfín de penas, como ser muy pobre cuando era niña, el alcoholismo de su padre y el suicidio de su hermano.
El relato de cómo llegó a ella todo este arte del que se ha ido desprendiendo poco a poco, tampoco es la más positiva. A su muerte en 1973, Picasso no tenía testamento y todo su legado fue peleado por sus herederos en los tribunales incluso ya terminado el siglo XX.
Resultado de esa lucha legal, Marina recibió el 20 por ciento y fue la primera que pudo escoger qué obras quería heredar, por lo que logró quedarse con las mejores piezas de la colección. Durante varios años fue asesorada por el comerciante de arte suizo y sobreviviente del Holocausto, Jan Krugier.
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A la muerte del coleccionista, Marina decidió que lo mejor era deshacerse de las piezas a través de la subasta y desde 2013 ha realizado ventas sistemáticas de la colección, de una forma muy prudente, para evitar saturar al caprichoso mercado con obras de su abuelo.
Para ayudar a otros, que como ella fueron desafortunados con el dinero y en su vida familiar en los primeros años, la nieta de Pablo destina parte de lo recaudado en las subastas para obras filantrópicas y organizaciones benéficas que ayudan a niños huérfanos y también a hospitales infantiles.
Marina, quien tiene cinco hijos (tres adoptados en Vietnam) y ya también es abuela, no sólo vende arte, también se deshizo de la mansión conocida como La Californie, en Cannes, todo con el afán de deshacerse de una herencia que ha dicho le fue dejada "sin amor".
La villa con vistas al campo de la Croisette, frente a las islas Lérins, era favorita del pintor, tanto que la eligió como su sitio de descanso desde 1955, a lado de su última esposa, Jacqueline Roque, a quien Marina le debe toda su infelicidad. Fue esta mujer la que enfrentó a Pablo con su familia y raramente los veía.
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Marina nunca le perdonó a su abuelo que fue acausa de su affaire con Jaqueline, que Paulo, su padre, se abandonó en el alcohol y que por eso sus dos hijos tuvieron que criarse con su abuela. Otro evento fatídico fue que, un día después de la muerte de Picasso, su hermano se suicidó bebiéndose una botella de lejía.
Otro comportamiento que ella no está dispuesta a olvidar es el de las ocasiones que fueron a visitar a Pablo y éste los dejaba horas parados en la puerta de su mansión para que al final, a veces no los dejaba ni entrar, por eso es por lo que Marina quiere deshacerse de ese legado que tanto dolor le ocasiona.
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¿Qué se subasta?
La gente podrá adquirir 60 dibujos y cerámicas que van desde 1899 a la década de 1970. Ninguna obra es realmente de primera categoría, pero debido a la alza que hay en el interés por poseer una obra del artista, hace que los precios de salida vayan desde los 440 hasta los 444 mil euros.
Otro de los objetos es una icónica palette Oil on Card que data de 1961, el precio oscilará entre cuatro mil 427 y los seis mil 648 euros. Este fue un elemento indispensable para el proceso creativo de Picasso para la creación de Le déjeuner sur l'herbe (17 de junio de 1961) y vale aún más porque el pintor la fechó y firmó.