Durante los días en coma, varios de sus órganos tuvieron fallo. Poco a poco se fue recuperando y al despertar gradual le fueron descubriendo las secuelas, sobre todo a nivel neuronal: no podía procesar la distancia entre los objetos en el espacio y su ubicación, no podía utilizar su mano izquierda, no podía comer por sí misma, bañarse o caminar, no podía articular las palabras correctamente ni tampoco deglutir. Además, estuvo a punto de que le amputaran una pierna que empezó a gangrenarse por falta de irrigación.
A pesar de todo, Eugenia Debayle salió adelante, aprendió a hacer todo desde cero. Ahora se siente una persona diferente, una mujer realizada, enamorada y completamente agradecida por la segunda oportunidad que, cree, le dio Dios.
"Quizá nunca consiga cerrar la herida por completo. Pero abrazo mi tristeza, no escapo de ella. La miro cara a cara y me veo reflejada en ella. Sé que las heridas sanarán y quedarán cicatrices. También sé que esas huellas me ayudarán a crecer desde dentro y hacia afuera".
Ahora, la vida le sonríe, ya que este año llegará al altar al lado del amor de su vida, Servio, con quien lleva nueve años de relación.