El día que Julio César Chávez se drogó en el baño del Papa Juan Pablo II
Tras varias peleas realizadas en 1995 (en las que salió vencedor contra Giovanni Parisi, Craig Houk y David Kamau), el campeón mexicano Julio César Chávez decidió frenar su carrera y tomarse un sabático del cuadrilátero.
Había transcurrido más de un año desde que había perdido, de manera sorpresiva, su récord invicto contra Frankie Randall y Julio no estaba bien. Se trataba de un hecho que marcó de manera determinante su vida y su carrera, sorprendiéndolo a él y al mundo entero. Un duro golpe que lo llevó a tocar la lona en su vida personal y que lo orilló, después de las peleas de 1995, a marcar una pausa, separarse del boxeo y viajar con su familia por Europa.
En su recorrido por el Viejo Continente, Julio César se sintió plenamente conmovido al llegar a una ciudad: Roma. Ahí, lo primero que pidió a la comitiva que lo acompañaba era conocer al Papa Juan Pablo II. Pero el campeón no quería ir solo a una misa oficiada por su santidad, tal como lo cuenta su hermano Rodolfo Chávez y el escritor (y amigo de Julio), Javier Cubedo, en la biografía lanzada en agosto por la editorial Aguilar, bajo el título Julio César Chávez: La verdadera historia.
No, el quería tener una audiencia con Juan Pablo II y movió cielo, mar y tierra para conseguirlo.
“No, no quiero ir nomás a misa ¡Y luego hasta atrás, ya me imagino! Quiero ver al Papa de frente, quiero que me reciba en el Vaticano, en privado. Hablen con quien tengan que hablar, quiero ver al Papa”. Esas fueron las palabras de Julio, de acuerdo al libro, con las que comenzó el arreglo para que se atendiera su petición. Mismas que, de acuerdo a la biografía, fue apoyada por las altas esferas que conocía el boxeador hasta que el Papa accedió y lo recibió con atenciones y le habló de su admiración como boxeador.
“-Bienvenido Julio César, es un honor para mi que me honres con tu visita, hijo.
-El honor es para mí -Julio le dio un fuerte abrazo- ¿Y cómo le digo?, ¿señor, Papa, su santidad…?
-Me puedes llamar Juan Pablo ¿sabes? Me encantan tus peleas, eres un digno representante de tu deporte y tu país.
-¿A poco si las ve?
-Me he levantado más temprano de lo habitual para verlas.
-¿En serio? -preguntó Julio con una gran sonrisa- Oiga, está bien bonito todo aquí. ¿Puedo ver su recámara?”
De acuerdo a la narración, Juan Pablo II aceptó la petición y lo llevó hasta su recámara. Ahí, Julio le pidió permiso de ocupar el baño y entró, mirando al techo para exclamar, de acuerdo a su hermano Rodolfo: “Discúlpame, Diosito -se dijo entre dientes- perdóname”
“Mi hermano sacó de su pantalón un papel que envolvía cocaína, la distribuyó sobre el mármol del lavado para después inhalarlo, dejando completamente limpia el área del lavamanos. Julio jaló la palanca del excusado para que pensarán que entró al baño por otra cosa. Volvió con Juan Pablo II y pasaron a otro recinto del Vaticano, donde reciben a las visitas; en ese lugar Juan Pablo le dijo que estaba orgulloso de la carrera que había hecho como boxeador y le dio su bendición”.