Es por esto que el vestido de novia de Emily Ratajkowski fue tan convencional
El pasado mes de febrero Emily Ratajkowski logró sorprender al mundo por partida doble al anunciar su inesperada boda con el productor Sebastian Bear-McClard -con quien llevaba saliendo apenas unas semanas- y mostrar el atuendo que había elegido para su gran día: un traje pantalón en color mostaza de la cadena de tiendas española Zara cuyo precio rondaba los 110 euros.
Aunque muchos habrían esperado que se decantara por un espectacular vestido firmado por uno de los muchos diseñadores con los que ha trabajado a lo largo de su carrera, ella siempre tuvo claro que no se ceñiría a las tradiciones.
"Nunca me emocionó la idea de vestirme de blanco para una boda porque no soy una mujer 'pura'. Soy una mujer con mucho carácter, que ha vivido y tiene mucha experiencia. Además, me gustaba la idea de ponerme un traje, en especial al tratarse de una ceremonia en el ayuntamiento porque de alguna forma representaba que estabas allí para hacer negocios. En un principio quería llevar algo rojo... pero luego me enamoré de ese color mostaza; en seguida supe que era el elegido", explica en una nueva entrevista a 'Vanity Fair'.
El atuendo de Emily tenía, sin embargo, otra finalidad más allá de simbolizar su actitud frente al trámite de cambiar de estado civil: también era el camuflaje perfecto para evitar a los paparazzi. "Parecíamos sacadas de una película de atracos porque todas mis amigas iban también con traje. Como yo no iba de blanco, no paraba de pasarles el ramo mientras les decía: '¡Disimulen!'".
La estratagema de la modelo y actriz funcionó durante unas horas, que aprovechó para disfrutar de su estatus de recién casada en la intimidad, pero no tardó en recibir un mensaje de su publicista alertándole de que la noticia de su enlace estaba a punto de filtrarse a la prensa. En respuesta, Emily decidió ser ella quien informara a través de Instagram a todos sus seguidores de la buena noticia ... y a sus propios padres mediante una llamada telefónica.
"No me podía creer que ya se hubieran enterado. ¡Pero si llevaba un sombrero!, recuerdo que le dije a mi publicista. Tuvo que recordarme que [las actas matrimoniales] son documentos públicos. No me esperaba que todos se fueran a enterar tan rápido, lo cual fue muy estu**do por mi parte, vivo en una realidad paralela... Tuve que llamar a mis padres para contárselo, y eso que a esas alturas ya me había tomado unas cuantas copas de champán", recuerda divertida.