Ponemos a Luis Miguel: la serie, bajo la lupa
Redacción
De las producciones originales en español de Netflix, ninguna ha generado quizá tanta expectativa como la que retrata la vida de uno de los cantantes más importantes de la escena musical latinoamericana en las últimas cuatro décadas: Luis Miguel: la serie. Con su estreno agendado para el domingo 22 de abril próximo a las 22:00 horas en Latinoamérica y España (por única ocasión en ese horario debido al debate entre los candidatos a la presidencia; los demás capítulos estarán disponibles cada domingo a partir de las 21:00 horas), la serie –autorizada y supervisada por El Sol en persona- busca mostrar el lado más humano, y prácticamente desconocido, del cantante.
En Grupo Expansión ya vimos el primer capítulo, por lo que aquí te presentamos la visión que tienen del mismo tres de nuestros editores: Mario Villagrán (Editor de Reportajes y autor de la entrevista que publica Quién con Diego Boneta), Salvador Cisneros (Editor de Entretenimiento) y Jorge Ávila (Editor General de Contenidos Soft News):
Mario Villagrán
(Editor de Reportajes)
El letrero dice Paraguay, 1992. Un hombre se mira al espejo mientras escucha, del otro lado de la puerta, un par de golpes desesperados. Sale y escucha con atención: “Tu padre… está muy grave en Sevilla, en el hospital”. Él escucha y respira. Mira al horizonte. Y, como quién recuerda de golpe toda una vida, vuelve a suspirar. “Tienes que ir a verlo, después te vas arrepentir”, le dice su acompañante y él, que termina de arreglarse el cabello, en un gesto único e irrepetible, simplemente se toma un segundo y respira. Quiere decir algo. Pero se queda con las palabras y continúa su camino. Cruza el telón. Y sí, el show debe continuar.
El que muere es Luis Rey. El que vive, Luis Miguel. Se trata de la escena de apertura de Luis Miguel: La serie y, en su minuto de duración, se resume la esencia de una vida que todos (y cuando digo todos, es todos) en algún momento hemos querido conocer. Sí, Luis Miguel está enojado. Sí, se ve rencoroso ante la muerte de su padre y sí, Luis Miguel muestra una emoción.
Una emoción que comienza en la admiración hacia el hombre que le dio vida y una carrera, pero que le fue quitando cada una de las cosas que como ser humano le interesaban: un hogar, una familia, una novia y sí, una vida.
Una apertura que a continuación nos lleva hasta los cuartos de la familia Gallego y nos muestra a una Marcela maternal, pero superada por ese hombre. Ese hombre que Luis Miguel presenta como ambicioso. Como un creador, pero también como un controlador. Ese hombre, Luis Rey, que se convierte en el primer protagonista de la serie, y de la vida del cantante, dominando cada rincón posible y también imposible. Ese hombre que define la primera parte de la vida de El Sol.
Porque de eso va el primer capítulo: de un hijo que muestra como fue creado por su padre y de un padre que dominó y abusó de un talento heredado por él mismo. Un talento que terminaría por ser el clavo de una familia.
De eso va el primer capítulo. De un padre que se muere y de un hijo que sí, hoy, en streaming, ha decidido, metafóricamente, matar a su padre. Y lo ha logrado. Lo ha puesto a inhalar cocaína. Lo ha puesto a ejercer de contador fraudolento. Y de manager corrupto.
Y todo para crear un Sol. Su Sol. Luis Miguel ha decidido que sí, es tiempo de hablar. Y ha hablado.
Salvador Cisneros
(Editor de Entretenimiento)
Tras el primer episodio, uno se queda con la impresión de que Luis Miguel eligió el escudo de la ficción para hablar por primera vez de manera abierta y sin concesiones sobre su siempre hermético pasado.
Primera duda aclarada: la interpretación de Diego Boneta es creíble, su compromiso con el personaje, al grado de incluso separarse los dientes en la vida real para interpretarlo, ha valido la pena. También se agradece que, aunque resulte imposible cantar como él, sí realice cóvers que están a la altura.
Pero aquí la historia no contada es el tesoro. Por el tono de la bio serie, cuyo acierto es que parece no será nada autocomplaciente, la puerta está abierta para que semana a semana se detalle cómo se deterioró la relación de Luis Miguel con su padre. De hecho, la primera sorpresa es descubrir el retrato oscuro que se hace de Luisito Rey como personaje, un tipo que manipula mientras lidia con su ego erosionado porque su hijo lo supera en éxito como cantante.
El otro eje que se explota es la relación de El Sol con la fotógrafa Mariana (Yazbek), su famoso primer amor, quien es su cable a tierra en esos primeros enfrentamientos con la fama. En esas primeras escenas queda claro cómo lo marca, lo baja de la nube y, sobre todo, lo obliga a madurar; porque que ella sea seis años mayor, sí es la diferencia, sobre todo ante un padre que se comporta como un adolescente acelerado por la cocaína.
A través de flashbacks, que serán una constante en la serie, también es una sorpresa grata vislumbrar que el gran tema tabú emocional del cantante —la desaparición de su madre, Marcela Basteri— será un importante hilo conductor. Este elemento tan íntimo y misterioso a nivel público podría ser uno de los elementos fundamentales de la historia. Y si se explota bien, potenciarla.
Se intuye que habrá una respuesta a su misteriosa desaparición, por lo menos a través de la “autoficción” —el mismo Luis Miguel formó parte del proceso creativo de la serie—, un terreno en donde se puede ser completamente honesto y, sin embargo, al final alegar que se trató sólo de una historia con licencias dramáticas: un cuento sobre la vida de un personaje real y muy conocido.
Eso resulta muy magnético de la serie, ver una historia tan sobreexpuesta, pero esta vez desde la óptica del cantante más famoso de México, ése Luis Miguel que ha decidido siempre guardar silencio —ya no dar más entrevistas— pero autorizó una serie sobre su vida.
Jorge Ávila Andrade
(Editor General de Contenidos)
Si existe una figura controvertida, admirada, vilipendiada y que genera opiniones divididas en el mundo del espectáculo latinoamericano, esa sin duda es Luis Miguel. Amado u odiado, el famoso Sol es de esa clase de artistas que ya casi no existen: inalcanzable, hermético, con un innegable talento pero, a su vez, con un lado humano que pocas veces ha dejado ver en casi cuatro décadas de trayectoria.
Ahora, el cantante autorizó (y produce) Luis Miguel: La Serie, coproducción entre Telemundo, la productora Gato Grande y Netflix, con la que busca exorcizar muchos de sus demonios y, más importante aún, tratando de humanizarse a sí mismo para que la gente lo vea como lo que es en realidad y no como los medios, la fama -y sí, él mismo- lo han retratado.
El primer episodio de la serie abarca, a través de flashbacks, seis años fundamentales en la vida del intérprete (1981-1987), en los que pasó de ser un niño hasta cierto punto retraído hasta convertirse en una superestrella.
Y si bien la historia es ficcionada -basada en cientos de entrevistas, libros y demás publicaciones sobre su vida-, lo interesante es que el guión (coescrito, entre otros, por Fernando Sariñana y Daniel Krauze) no tiene miramientos para sentar, desde la primera escena, el tono de la misma: una mirada nostálgica y por momentos rencorosa, dolorosa, de lo que fue la relación entre Luis Miguel (sólidamente interpretado por Diego Boneta) y su padre, Luis Rey (el igualmente sorprendente Óscar Jaenada).
La intensidad y toxicidad de esa relación, en la que el mediocre padre se proyecta a través del talento del hijo es, según la versión de Luismi (quien supervisó personalmente la producción), la que poco a poco lo fue encerrando en esa burbuja emocional en la que ha vivido durante décadas, y que le impidió tener una mejor relación con su mamá y su primer gran amor, Mariana Yazbek.
Si el primer capítulo es una muestra de lo que será el resto de la serie, ésta promete y mucho. A final de cuentas, en esta época en la que enterarse de la vida ajena está al alcance de unos cuantos clics, ¿quién no querrá echar un ojo –ya sea por admiración, curiosidad o morbo- a la biografía de una de las figuras esenciales, para bien o para mal, de la escena musical latinoamericana?
Luis Miguel, por fin, se muestra vulnerable, humano, y pide que se le escuche. Démosle el beneficio de la duda.