Platicamos con la mujer que vive a menos 73 grados
La gente dice que Sue Aikens vive en medio de la nada, y ella los corrige: “El medio de la nada queda 560 kilómetros atrás”, señala.
Esta mujer de 54 años vive en los más blanco de Alaska, donde las temperaturas bajan -73 grados centígrados y los vientos llegan a 160 kilómetros por hora. Más allá de los esporádicos cazadores de temporada, científicos y cámaras que documentan su vida para la serie Sobrevivir bajo cero en History Channel, no llega nadie.
Es un un lugar hermoso para fotografiar, dice en entrevista, pero es cierto que no hay nada más que zorros, alces y osos. La carretera más cercana a su campamento está a 128 kilómetros y la aldea más próxima a 800 kilómetros.
¿Tienes alguna definición de tiempo o espacio al vivir así?”, se le pregunta a esta mujer que abastece de combustible y alimento a los viajeros.
“Ni siquiera sé en donde está mi reloj. No me importa qué hora es. (En Alaska) Tenemos casi seis meses de oscuridad. Estamos a -45 grados centígrados y está oscuro, así que realmente no importa qué hora sea. Estoy sola. Si me da hambre a las tres de la mañana, a esa hora como”, comparte.
Así vive Sue, quien por decisión propia tiene más de 40 años en Alaska. Ella sabe que su estilo de vida no es convencional para los cánones de la humanidad, pero está bien consigo misma.
“No hay alguna forma de que pienses que tu cabello es un desastre o que estás triste. No hay un reconocimiento social. Cuando la gente vive rodeada de otra gente, extrañan el contacto”, dice.
Y tiene una mejor frase que define quién, como persona, en lo más remoto del mundo: “Vivo sola, pero no me siento sola”.
Sue está en la Ciudad de México, por primera vez, cuando ocurre esta entrevista. Está promocionando la cuarta temporada de Sobrevivir bajo cero, que se estrena del 4 de abril , a las 22:45, por History.
Su efusividad pareciera ser la de alguien que extraña el contacto humano, y sí, en cierta medida, pero inmediatamente acentúa su decisión.
“No me importa ver a la gente, simplemente no quiero vivir con ellos. Puedo darte un gran abrazo y aprender tu idioma, porque además aprendo idiomas muy rápido, pero también me siento muy agradecida cuando digo: ‘Bye, me voy a casa’”.
Es curioso que una mujer que fue atacada por un oso prefiera vivir cerca de estos animales que de la gente, pero también es comprensible.
“Alaska me reta en una forma en la que mantiene mi mente girando. Yo no tengo una educación universitaria, pero sí de la vida. Veo patrones lógicos y avanzo a través de ellos”, dice con mirada certera.