Cynthia Buttenklepper
Escuché hablar de ella por primera vez como una mujer nueva, a la que nunca antes había visto. “Un halo rutilante de luz roja, como un meteoro”. Así la describió él. Ese encuentro fue en un concierto de Primal Scream en la ciudad. Cynthia había llegado a México después de pasar seis años estudiando en Barcelona y trabajando en Estambul y mi mejor amigo se había enamorado de ella.
El día que la conocí traía puesto un poncho de piel, una capa gigante de colores atravesados y cálidos. Era una de las primeras piezas que Cynthia hacía y desde donde construyó una trinchera en la que la sensualidad de la mujer podía convivir con formas holgadas. Lentamente pero de forma inapelable, ella puso un pie firme en la industria de la moda.
Seis colecciones, amores y amigos después, Bu (un apodoque le puse para simplificarme la vida) se convirtió en uno de esos familiares que llegan a darle brío a tu vida. Como cuando pasa un meteoro: exactamente de ese color.
Por Danaé Salazar, directora de la revista 192 y amiga de Cynthia.