El Palo y la astilla ¿Cómo era en verdad Cantinflas como papá?
"En esta casa no se celebrará la Navidad"... Aquella sentencia del 5 de enero de 1966, tan llena de dolor y frustración, sale de la boca de don Mario Moreno Reyes justo en el momento en que la enfermera Margarita anuncia lo inevitable: la señora Valentina Ivanova Zubareff ha muerto. A su lado, un niño de cinco años, al que apodan el Güerito, llora en silencio. El pequeño no sólo ha perdido en un minuto a la mujer que decidió ser su madre (adoptándolo y enamorándolo con sus cuidados), sino también se ha despedido para siempre de la Navidad . Lo único que le queda ahora es él, ese hombre al que le dice papá mientras escucha como todos los demás lo llaman Cantinflas.
Cuenta Tita Marbez, amiga, socia y pareja por más de 35 años de Mario Arturo (el Güerito), que fue en ese momento cuando en realidad comenzó la relación entre padre e hijo. Fue justo ahí, con la pérdida de su esposa, cuando Mario Moreno Reyes definió y delineó el perfil de su paternidad: consentidor, apasionado y amoroso, pero, sobre todo y para siempre, sobreprotector.
Y también es justo ahí, cuando comienza uno de los capítulos más significativos para el actor, el cual se encuentra bajo la lupa por parte de la misma Marbez y del equipo en Televisa del productor Juan Osorio, quienes buscan producir una serie televisiva de 40 episodios para narrar la vida de uno de los iconos culturales más importantes de la historia de México. Más allá de sus películas, se centrarán en los momentos que definieron la personalidad del genio mexicano como los que vivió como padre a partir de la adopción de Mario Arturo, en 1962.
“La dinámica de la serie es conocer a profundidad a Cantinflas: su intimidad y las dualidades de un hombre tan culto y avanzado a su época. Uno de sus roles fundamentales fue el de padre. A partir del dolor de la muerte de doña Valentina, en 1966, todo cambió para él y su hijo y la cancelación de la Navidad fue el parteaguas de todo”, explica Tita Marbez.
La agonía del pilar de la familia, Valentina, no sólo marca la transformación de Mario Moreno Reyes en un hombre reservado que comienza su trabajo como escritor para permanecer cerca de su Güerito -en cintas como Su excelencia (1967) o Por mis pistolas (1968)-, sino también en uno temeroso que busca mantener protegido al niño que adoptó, junto con la nana Tere y su madre, doña María de la Soledad. Esta protección lo lleva a ocultarle hasta su mayoría de edad el origen de su verdadera madre , la texana Marion Roberts. “Don Mario comienza así una relación de amor profundo y desmedido. Un amor sobreprotector que terminó por cortarle las alas a su hijo ante el temor de perder todo, provocado por la muerte de doña Valentina que en su lecho de muerte le exigió que cuidara y velara por el Güerito toda su vida”, cuenta Marbez.
Caminando de la mano de Walt Disney por Disney World, Mario Arturo Moreno Ivanova encontró la felicidad que añoraban miles de niños, pero también encontró a un padre que se enfrascó en dos tareas: llegar al final de su carrera con todo controlado y tener a su hijo cerca, sin que el sol pudiera tocarlo. “Fue un encierro, mucha soledad mal manejada. Cada uno lloraba por su lado porque no se permitía la debilidad y el señor comenzó a ir siempre de lentes oscuros. Es verdad, lo tenía todo, pero en su casa ni había Navidad”.
SU EXCELENCIA Y SU PROFESOR
Apegado a su padre, recorriendo Sudamérica desde temprana edad (su primer gira a su lado la hizo a los ocho años), se encontró con un hombre amoroso que si bien le daba todo, no lo dejaba mover un solo dedo. Amante de las relaciones públicas y el turismo, Mario Arturo, tras enterarse de su verdadero origen, buscaba dejar de ser el hijo de Cantinflas, pero hasta su último día no lo logró, lo que habla mucho de quien era ese papá Cantinflas. “Al mostrar quien era el gran Cantinflas, me siento obligada a explorar esa faceta con su hijo que tanto lo admiraba y que se tardó mucho en volar lejos. Don Mario no le permitía tomar decisiones ni iniciativas, sólo quería que siguiera sus órdenes. Un momento clave es cuando le hace truncar sus estudios para ser su asistente particular y acompañarlo a todos los viajes. Él nunca se arrepintió de estar con su padre pero sí de dejar de lado sus sueños laborales”, continúa Tita, quien ha trabajado ya de cerca con Juan Osorio que, a su vez, realizó extensas entrevistas en vida a Mario Arturo para conocer los detalles de su relación. “Me encontré con un hombre al que le costaba mirar más allá de su padre. Que le costó convertirse en hombre y siempre cargó la figura de su padre, pero no como sacrificio, sino por amor”, cuenta Osorio sobre las charlas que definirán gran parte de la serie.
CANTINFLEAR
En 1992, la Real Academia Española (RAE) aceptó en el diccionario el verbo ‘cantinflear’, en honor al comediante y, un año después, murió. Con su fallecimiento, comienzan a aparecer las polémicas en torno a la relación entre padre e hijo: historias sobre drogadicción, robos, falsificaciones, esterilidad y decenas de rumores más que buscan concentrarse en encontrar un culpable en el padre para poder explicar al hijo. “Él me chiqueaba muchísimo, pero a la vez era mi maestro. Era una persona muy justa, muy presente que siempre estuvo conmigo; hizo los papeles de papá y mamá. Él me sentenció una vez: ‘Prefiero formarte junto a mí, enseñarte, y no dejar que otros lo hagan’”, respondía Moreno Ivanova en una de las últimas entrevistas que dio intentando poner en su real magnitud el respeto y el tipo de relación que existía entre ellos dos. Hoy, el palo y la astilla no están más. Pero si queda claro que más allá de lo que la prensa del corazón dictó y lo que los familiares intentaron construir dentro de un pleito legal, un padre con miedo (como casi todos los padres) intentó enseñar a su hijo a ser un hombre (como casi todos los padres), perdiendo en el camino la posibilidad de dejarlo volar. Dejando ir la posibilidad de que Mario Arturo Moreno Ivanova pudiera tomar las riendas de su vida para convertirse en algo más que el ‘niño güerito’ que su padre siempre quizo cuidar.