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Ahora, la invitación es del alma: Gaby Vargas

En el evento “31 Mujeres que Amamos” la autora habló sobre el precio que las mujeres pagan para obtener todo lo que quieren en su vida y las invita a ayudar a los demás desde su posición.
lun 02 marzo 2015 03:35 PM
En el evento “31 Mujeres que Amamos” la autora habló sobre el precio que las mujeres pagan para obtener todo lo que quieren en su vida y las invita a ayudar a los demás desde su posición.
Gaby Vargas En el evento “31 Mujeres que Amamos” la autora habló sobre el precio que las mujeres pagan para obtener todo lo que quieren en su vida y las invita a ayudar a los demás desde su posición. (Foto: Quién)

Dicen que entre gitanos no se leen las cartas, sin embargo hoy quisiera hacerles un llamado.

Todas las que estamos aquí convocadas por la revista Quién, somos mujeres privilegiadas. Hemos recibido de la vida una serie de dones que, de alguna manera, nos ha hecho posible destacar.

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Hemos recibido la gracia de la pasión, y la pasión es vida, es movimiento, es entusiasmo, es amor por la existencia, es energía que fluye desde el corazón y que llega al corazón de quienes entran en contacto con lo que cada una, desde su campo, hace.

Es por eso -por la pasión-, que mujeres como ustedes están aquí. Mujeres como:

  • Elena Reygadas, considerada la mejor chef de Latinoamérica en 2014.
  • Diana Bracho, sin duda una de las mejores actrices mexicanas.
  • Beatriz Carregha, fundadora de makaua, que apoya a artesanos y ha conquistado clientes de todo el mundo.
  • Yvonne Domenech, maravillosa escultora.
  • Margarita Zavala, a quien por supuesto todas conocemos y queremos.
  • Sabina Berman, escritora, dramaturga y periodista.

Sólo por mencionar a algunas de las presentes.

Mujeres valientes que han confiado en su sabiduría, que se han atrevido a seguir adelante a pesar de los obstáculos o fracasos que han encontrado en el camino. Mujeres que saben que tienen algo que dar al mundo.

Por eso, si la vida, al arreglar cuentas con nosotras, nos preguntara -tal como sucede en la parábola de los dones-: "¿Qué has hecho con los dones que te di?" Creo que podríamos dar un buen balance.

Mas el éxito que cada una ha obtenido en su respectivo terreno. Es resultado del trabajo, el coraje, las horas de estudio o dedicación, en el que quizás hemos sacrificado un tiempo con la familia; tiempo con la pareja o el esposo; tiempo de descanso personal; tiempo dedicado a nuestra salud, como cuando dejamos de acudir a una cita con el ginecólogo o el dentista, misma que posponemos y posponemos, en aras de sacar adelante lo que algún día nos propusimos.

La autora invitó a las mujeres, con su discurso, a ayudar a otros con sus dones en situaciones menos privilegiadas.
La autora invitó a las mujeres, con su discurso, a ayudar a otros con sus dones en situaciones menos privilegiadas.


Sin embargo, la pregunta que toda mujer apasionada debe hacerse en algún momento de su vida, es: ¿hasta dónde? ¿En dónde se encuentra esa raya fina que nos da el equilibrio? ¿Hasta dónde el ego se quedará satisfecho? ¿Hasta dónde será suficiente?

Sí, porque tener éxito como mujer conlleva un precio. Y cada una de nosotras decide. Recuerdo cuando coincidí con Olga Sánchez Cordero -a quien admiro- en un avión nocturno. Veníamos de dar una conferencia en Monterrey.

-¿Olga, eres consciente de que las mujeres siempre pagamos una cuota?

-Claro que lo soy; fue su respuesta.

Ser conscientes de ese precio requiere estar despiertas, pues el costo puede variar y puede llegar a ser muy alto, eso todas lo sabemos y sale de sobra mencionarlo.

Lo importante es que cada pequeña o gran decisión que tomemos se sienta ahí donde radica nuestra sabiduría ancestral.

Lo que estemos dispuestas a dar por nuestros sueños lo decidirá cada una y será adecuado si lo damos de manera consciente. Pero no es fácil, porque es un hecho que las mujeres de hoy lo queremos todo: queremos ser cultas, espirituales, ganar bien, ser reconocidas, ser profesionales, ser las mejores madres, hijas, hermanas, esposas y, por supuesto, las mejores amantes. Además, claro, de estar flacas, alaciadas y andar con tacones.

En lo personal me pasa, como posiblemente a muchas de ustedes, que quiero tiempo de calidad con mi familia, tiempo para jugar con mis nietos, pero también quiero un espacio para trabajar tranquila hasta que la inspiración llegue. Quiero tomar una clase de pintura y de literatura, pero también quiero clases de tubo. Por las noches quiero leer, pero también quiero estar conectada a las redes sociales. Quiero meditar, pero quiero ver El señor de los cielos. Quiero tiempo para hacer ejercicio y también para ir a las exposiciones ... y así, a la mayoría de nosotras se nos va la vida.

Una vez entrevistaron a mi padre Joaquín Vargas sobre el tema del éxito, y le preguntaron cuál era el motor necesario para obtenerlo. Su respuesta fue la más auténtica que he escuchado: la vanidad.

¡Cómo me acordé de sus palabras cuando en la película El abogado del diablo, vi a Al Pacino en su personaje de diablo cerrar con una frase que el espectador se lleva como sentencia: "¡Vanidad, mi pecado favorito!"

Si bien la vanidad, por un lado es un gran motor; por el otro, es caer en sus trampas, tener, conquistar, lograr, obtener más, más y más, trátese de lo que se trate.

La satisfacción que te da la vanidad -lo puedo afirmar-, es temporal, pasajera y como un espejismo en el desierto. Porque las ansias de llegar a algún lado y conquistar un espacio propio nos impiden gozar el momento, nuestras relaciones y la etapa en la que vivimos.

Además, una vez alcanzada la tan anhelada cima, el ego nos jala la falda y nos señala en el horizonte otra montaña más grande que se mira a lo lejos. Nos percatamos de que allá arriba no hay nada, absolutamente nada; por el contrario, al voltear a tu alrededor te puedes encontrar completamente sola.

Es fácil caer en las redes de la vanidad porque siempre con el otro o se encarga de hacerte ver todas tus debilidades y carencias.

Es muy fácil caer en la trampa, marearse y creérsela ante el más mínimo halago o colina conquistada. ¡Ja!, así la vida se burla de nosotras.

La invitación

Hoy quiero invitarlas a ustedes, mujeres a que nos hagamos las preguntas trascendentes de la vida: ¿para qué estoy aquí? ¿Cuál es mi misión en esta vida? ¿Cómo puedo dejar este mundo mejor de como lo encontré?

La invitación es a escuchar la otra voz: sí, ésa que susurra y es decir, la del alma o el espíritu. Ésa que siempre ha esperado con paciencia a ser escuchada, a ser tomada en cuenta en nuestros planes de vida, para mostrarnos lo que tiene importancia.

Esa alma que se siente bien en el cuerpo cuando le hacemos caso y nos dice cosas como: te toca pedir perdón, observa el amanecer, ve al festival de la escuela de tu hija y cancela tu cita, sé generosa, hoy quédate con tu esposo en lugar de ir con tus amigas, disfruta la luna, haz algo por los demás, o bien, necesitas descansar.

El alma

Considero que la vida -a manera de retribución por los dones y talentos-, nos exige y nos requiere como aliadas.

El espíritu, la conciencia, busca socias como nosotras para darle sentido a nuestro quehacer más allá de lo obvio e inmediato. Nos lo deja sentir a través de un fuego interno que busca salida y estoy segura todas hemos sentido. Porque es un hecho que no vivimos en una "época de cambios, vivimos en un cambio de época".

Es claro que hoy el llamado del espíritu es mucho más evidente y contundente que hace una o dos generaciones; y necesita de nosotras para expandir su voz a través de la labor que cada una realiza: quizá sea el canto, la coreografía, el periodismo, la política, el liderazgo, el modelaje, la mercadotecnia, el arte o la belleza.

El alma se contenta cuando en nuestra vida logramos equilibrio y congruencia. Porque eso es lo que nos da paz, una paz que somos capaces de contagiar y comunicar a través de nuestro trabajo. Y ¿No es acaso lo que el mundo requiere hoy?

El espíritu busca sacudirnos y abrirnos los ojos ante el hecho de que al ser mujeres privilegiadas nuestra misión y repercusión dependerán de ayudar a otros seres con menos prerrogativas, con menos libertades, con menos posibilidades, los cuales en este país son millones.

Y compañeras, la vida está hecha de momentos que no regresan. El llamado a honrarla está ahí y día a día de manera discreta se nos presenta; es nuestra decisión aprovecharlo y potenciar nuestra trascendencia.

Muchas gracias.

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