Las consecuencias de la valentía de Angelina Jolie
El 14 de mayo de 2013 la vida de Angelina Jolie cambió para siempre. Ese día no decidió someterse a una mastectomía doble, en prevención de las altísimas probabilidades que tenía de desarrollar cáncer de mama. Pero en esa fecha apareció una columna firmada por ella en The New York Times, en la que explicaba las razones de su decisión.
La actriz se alzó, pasó por encima de su imagen pública, cimentada hasta ese momento en su carrera cinematográfica, su sex appeal y su matrimonio de alto impacto con Brad Pitt. Dueña de su cuerpo y de su futuro, cortó de raíz el juego de especulaciones y gossip. Fue el primer paso en el camino que hoy recorre, menos hollywoodense, más enfocado al apoyo de causas sociales.
El hecho también fue interpretado como un hito en la campaña global en contra del cáncer de mama. Que una mujer tan relevante se pusiera en la primera fila debería inspirar y animar a cientos de miles de mujeres que padecen la enfermedad y a millones que viven aterrorizadas por la posibilidad de tenerla.
El acto de valor de Angelina motiva a buscar información y orientación médica, a realizar mamografías, a asumir realidades. Crea conciencia, en general. Esa fue la interpretación en los medios y en buena parte del "activismo rosa", en los días inmediatamente posteriores al destape.
Los hechos parecen dar la razón a esos aplausos. Una investigación del británico Breast Cancer Research, publicada hace poco más de un mes, concluye con elocuencia: a lo largo de 2013 se duplicaron los estudios de detección de mutaciones genéticas y de historia clínica familiar.
¿Qué tiene ver eso con Angelina? Recordemos que alteraciones del gen BRCA1 y antecedentes de cáncer en la familia, combinados, elevan el riesgo de desarrollar esta enfermedad dramáticamente (hasta un 90%, señalan especialistas). Y Angelina presentaba (presenta) esos dos factores. Su madre, Marcheline Bertrand, murió a causa del cáncer de ovario en 2007. Así, la actriz optó por la medida de prevención radical que supone la doble mastectomía.
Radical, demasiado radical
Sin embargo, se han dejado oir voces críticas. Menos de un mes antes de la columna de Angelina en The New York Times, el magazine del mismo periódico publicó en portada un reportaje titulado "Our Feel-Good War on Breast Cancer", escrito por Peggy Orenstein, escritora, colaboradora habitual del semanario y sobreviviente del cáncer de mama.
La autora relata el debate en torno a las mamografías, una discusión "técnica" que se originó, al menos, a mediados de los años 90. Por un lado, hay un consenso entre la mayoría de las asociaciones civiles y médicas de que esa prueba de detección es la mejor arma de prevención de la enfermedad. Las grandes campañas que pintan de rosa el mundo hacen hincapié, por tanto, en la autoexploración y la realización de mamografías anuales, incluso en mujeres menores de 40 años. Por el otro, están los "disidentes": una parte de la comunidad médica que señala que no hay evidencia de que las mamografías ayudan a disminuir significativamente la cantidad de muertes provocadas por el cáncer de mama.
Además, la generalización de pruebas de detección puede tener repercusiones negativas. Orenstein cita a especialistas que temen a los tratamientos exagerados (overtreatment), las biopsias innecesarias, la radiación indiscriminada, la cadena de sufrimiento ocasionada por las pruebas positivas falsas, la mastectomía como solución de primera mano y demás peligros.
El reportaje termina criticando el hecho de que las grandes asociaciones de lucha contra el cáncer de mama inviertan mucho más dinero en campañas de información y prevención que en el estudio en sí del cáncer, sobre todo en sus etapas finales, la metástasis. Tampoco sale bien parada la "industria de mercadotecnia rosa", que crea, según Orenstein, un ambiente de paranoia y ansiedad generalizado en las mujeres a las que pretende salvar la vida. Sí, el artículo fue muy polémico.
... Y en eso, llega Angelina Jolie. Palabras de Orenstein: "Me preocupa la forma en que puede difundirse la decisión de Jolie. Si no se hace con cuidado, no hará más que abonar a la cultura del miedo y a la mala comprensión de los riesgos..."
H. Gilbert Welch, profesor de medicina en el Dartmouth Institute for Health Policy and Clinical Practice, escribió para CNN que lo único que extrañó en la declaración de Angelina fueron estas palabras: "Por cierto, mi historia no es relevante para el 99% de las mujeres estadounidenses". El especialista se refería a que el 99% de las mujeres no presentaban una mutación en el famoso gen BRCA1, razón del altísimo riesgo de contraer cáncer que tenía la actriz.
Por supuesto, la actriz no tiene la culpa de ninguno de estos debates. Ella tomó una decisión personalísima, que requirió de una enorme valentía. Pero quizás la opinión pública se precipitó en convertirla en una abanderada de la lucha contra el cáncer. Ella es sólo abanderada de sí misma, de sus propios dilemas y de su amor a la vida. Como cada mujer con cáncer de mama.
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